Me gustan las señoras, no los señores.1972




Con un pie en el avión que lo llevará rumbo a varias ciudades de América latina, el cantor catalán se confesó ante el periodista Daniel Mendoza. El resultado fue un sustancioso diálogo -reproducido en exclusividad por Siete Días en la cúal el popular juglar no evita comprometidas respuestas a temas escabrosos

Pocas horas antes de iniciar una gira par América latina, que lo hará recalar en la Argentina hacia el 20 de febrero próximo, el cantante catalán Joan Manuel Serrat recibió en uno de los sajones del aeropuerto de Barajas, Madrid, al periodista Daniel Mendoza.

El juglar, que hilvanará en Buenos Aires una serie de presentaciones en el teatro Opera, varios programas televisivos y algunus recitales por el interior —que probablemente tendrán lugar en las ciudades de Córdoba, Rosario y .Mar del Plata—, diálogó durante casi dos horas con el reportero, haciendo gala de su habitual franqueza y de un buen humor poco frecuente en él.

Lúcido, inteligente, hasta cordial por momentos, enhebró sus respuestas a un rosario de urticantes preguntas sín apelar a ningún tapujo. El resultado, de esa manera, fue un sustancioso diálego, que Siete Días reproduce con exclusividad. Lo que sirgue, entonces, es una síntesis de sus declaraciones más interesantes, desgranadas poco antes de emprender vuelo.

—Algunos de sus admiradores entienden que usted ha perdido aquello que fuera su atractivo fundamental como artista: la ternura. ¿Es justa esa observación?

—Nada de eso. Posiblemente, si habla con mis amigos íntimos, con la gente que me conoce de cerca, le dirán que sigo igual que siempre. Ellos conocen mejor que yo mi actitud hacia la gente. Con seguridad, como le digo, le demostrarán que soy el mismo de antes.

—Sin embargo, hay algunos episodios que parecen demostrar lo contrario de eso que usted afirma.

—No se me ocurre cuáles pueden ser esos, episodios.

—Por ejemplo, cuando no hace mucho empujó en Punta del Este a un fotógrafo, haciéndolo caer de! escenario.

—Ese incidente tiene una explicación muy clara. El tipo estaba a dos palmos del micrófono, sacándome fotos como loco mientras yo cantaba. Imagínese lo que es una actuación en público, cuando se está pendiente de que todo salga bien y un tío se instala ahí, lo más orondo, dentro de un escenario de un metro, pegado al cuerpo de uno. sin dejarlo actuar con soltura. Eso no puede ser, yo respeto la tarea de los demás, pero también quiero que no se obstaculice la mía. Si no ocurre asi, se estropea la baraja y se interrumpen las reglar del juego. En este caso él mismo las rompió. Pues entonces le di una patada en el trasero, terminé ahí mismo mi recital y me marché del teatro.

—¿No pensó en que gracias a. muchos fotógrafos como ése usted recibe una gratificante publicidad, sin cargo alguno?

—Pero es que yo tolero de verdad su trabajo, siempre y cuando, eso si, él no moieste el mió. Es un pacto tácito de reciprocidad. Ahora bien, si un individuo se cree que por el simple hecho dé ser fotógrafo de prensa tiene derecho a fotografiarme desnudo, o a esconderse en una terraza para sorprenderme cuando entro en mi habitación acompañado por una mujer, la cosa cambia. Eso no lo permito.

—Pero el día que accedió a la fama ya sabía que ése era uno de los peligros del éxito. ¿Acaso no meditó sobre el asunto?

—Sí, claro, pero si yo acapté el riesgo que me corresponde, es justo que los demás asuman también el suyo. Que puede consistir en caerse de un escenario o que lo bajen a patadas. Si yo reconozco que me pueden sacar fotografías indiscretas, y hago lo posibíe para que ello no ocurra, los periodistas gráficos tienen que aceptar que en cualquier momento pueden recibir una castaña o un empujón de mi parte.

—De todas formas, ta cuestión con el fotógrafo no es ef único síntoma de su presunto cambio; quienes presenciaron sus últimas actuaciones aseguran que se lo vio de mal talante, menos dulce, menos afectuoso.

—Me llevan diciendo lo mismo desde que empecé a cantar. Es que yo soy bastante sobrio en el escenario. Mire, no sé si soy más o menos dulce ahora que antes. Lo que sí puedo afirmar es que, por dentro, lo único que me importa de este mundo, lo único que puede salvarlo, es la ternura. Y cada día creo más en ella.

—Pareciera, sin embargo, que últimamente no la practica demasiado.

—No es cierto. Si crao én ella debo necesariamente aponerla en práctica. Quizá sea verdad, en todo caso, que a veces aparezco un poco distante con respecto al público. Pero todo tiene su explicación: ocurre, a veces, que mientras trabajo me entusiasmo y rne comunico con la gante, lo cual me pone de un humor estupenedo. Si ei público no me responde, me fastidio y todo anda mal.

 
En el aeropuerto de Barajas, España. Serrat y su amiga Ana: “Yo no hago cuestión de pasaportes cuando elijo a mis amigas”.

—¿No será que usted está comenzando a tener desplantes de divo?

—Vea, por muchas razones yo le debo todio lo que soy a público. Cada vez que escribo una canción la reviso setenta veces, hasta que la pulo completamente. Eso demuestra que siento cariño por la gente; no quiero que esa bestia que es si triunfo, mitad caníbal, mitad sirena, me. aieje de las personas qus forman mi audiencia.

“Me siento mucho más viejo, más quemado, lejos de mis cosas.”

—Un colega suyo, el cantante Raphael, ha criticado el estilo que imprime usted a ciertas melodías. ¿Son justas esas criticas?


—Sé que Raphael ha dicho que canto La saeta con estilo catalán cuando debiera hacerlo al modo andaluz. Yo canto esa canción como la siento, corno la imaginé. Lo curioso es que él también la incluya en su repertorio habiendo compuesto yo la música, que por añaduria no le gusta. De su versión no sé qué decir, pues nunca la he escuchado.

—¿Es descabellado, entonces, imaginar una animosidad entre us-ed y Raphael?

—Para llegar a la enemistad, como usted sugiere, es necesario que primero haya habido alguna fase de amistad. Al no tener yo ninguna relación con él. no puede, en consecuencia, haber enemistad.

—¿Cuál es su opinión de Raphael como cantante?

—Pues es un tío al que yo admiro por su capacidad de trabajo y por sus ganas de mejorar. Que me guste como cantante ya es otra cosa, pero que el pobre trabaja como un buey, eso es cierto.

—En defintíva, ¿le gusta o no como cantante?

—Me parece que es un fulano que no aporta absolutamente nada, ccmo mucha gente. pero vea usted lo que son las cosas, ese tío hasta tiene buena voz.

—Volviendo a temas más íntimos, ¿qué significan en este momento tas mujeres en su vida?

—Ahora nada, pero llegado el caso, una mujer puede tener mucha importancia para mi si me enamoro de ella.

—¿Su relación con Ana, la joven argentina con la cual se lo ve en los últimos tiempos, podría convertirse en un vinculo permanente?

—No creo que ocurra nada de eso: Ana es sólo una amiga que me ayudó muchísimo en momentos de grandes depresiones. Topdavia, sin embargo, no apareció una tia con la cual a la noche me meta eni la cama y, a la mañana siguiente, me ponga contento de encontrarla a mi lado, que me sienta feliz de estar con ella por el simple placer de compartir juntos el tiempo.

—Se dice que usted tiene predilección por las argentinas. ¿Es eso cierto?

—Yo no nage cuestión de pasaportes cuando elijo a mis amigas; .sobre todo porque una de as cosas que más me gustan de este mundo son las señoras.

—Sin embargo, se le han adjudicado a usted, con respecto a la homosexualidad, una serie de confusas opiniones. ¿Podra aclarar cuál es, en verdad, su punto de vista?

—Pues que no tengo prejuicios de ninguna clase.

—¿Quiere decir que usted podría practicar la homosexualidad?

—Si me enamorase de un señor es posible, pero le aclaro que nunca pasare por ese trance,

—¿No tiene inconvenientes en que se publique una afirmación de ese calibre?

—Para nada, porque a mi me gustan las señoras y no los señores.

—Bien, ¿qué diferencias podría marcar entre el Serrat de hoy y el de los comienzos?

—Me siento mucho más viejo, más quemado, apartado de las cosas que considero importantes: mi gente, rnis amigos, mi barrio. Otro detalle que me angustia mucho es darme cuenta de lo imbéciles que somos, yo incluido.

—¿Por qué dice eso?

—No se, es muy difícil hablar de estas cosas, pero me amarga que todos estemos tan preocupados por el dinero y por la fama.

—¿Ha ganado mucha plata?

—Más que mi padre, que no era un juglar de moda sino un modesto plomero. Interesan tan poco los plomeros, en este mundo, que nadie se preocupó nunca por él. incluso cuando lo pasaba fatal y no tenia ni para comer.

—Se comenta, en el ambiente artístico, que usted estaría a punto do retirarse. ¿Tiene fundamento esa versión?

—No, no lo crea. Yo comencé a cantar casi sin darme cuenta, nada más que para darme un gusto. Al tocar la guitarra, al entonar un ritmo, sentía que me comunicaba con la gente. Ahora estoy metido en este mundo de la farándula y ya no me es fácil dejar esta profesión que me fui inventando de a poco, como quien se desangra.

Puede ser algún dia deje de cantar en público, pero jamás cesaré de componer canciones.

—¿Por qué, siendo tan reacio al periodismo, en general, se mostró tan explícito durante esta entrevista?

—Porque usted no ha pretendido ser el principal intérprete de este diálogo. Además me gusta que me planteen cosas duras, escabrosas. De esa forma, cuando termino con todos estos chismes, siento un mayor placer al charlar con la gente sencilla y con los buenos amigos que me quieren tal cual como soy: un rústico muchacho español que se ha largado a caminar por el mundo.

Diario Siete Dias. Argentina.