Montserrat Clausells y Joan Manuel Serrat
Corre el rumor de que los agujeros negros del
universo son los espacios vacíos que han dejado románticos ladrones de
cielo. Sólo se trata de una suposición, claro está, pero existe la
sospecha de que en el taller de Montserrat Clausells se enmarcan esos
misteriosos azules intensos de gamas cromáticas muy elaboradas cuya
contemplación llena de serenidad.
En esos pequeños universos cautivos,
atrapados en una tela, Joan Manuel Serrat, el cantautor, quiere prender
una grafía de su alma. Y tratándose de él, ¿qué podría ser sino un
dibujo sencillo y delicado? La mina del lápiz se desliza suave dibujando
con trazos infantiles una casa de papel. Pega su recortable en uno de
los planos en perspectiva; en el otro, perfila sus contornos. Bajo la
misma luz de la luna una orilla separa dos mundos, con dos casas
idénticas pero tan distintas.
La voz de Serrat ha entrado en millones de hogares
para quedarse y formar parte de la familia; como un hermano poeta que
canta a la vida y nos redime con su sabiduría. Curioso asunto: sus
canciones se degustan en la intimidad, pero bastan los primeros compases
de “Paraules d’amor”, “La mujer que yo quiero” o “Mediterráneo” para
oír un coro de voces, legiones de seguidores en el mundo, en alegre
complicidad. El materialismo no habrá ganado la partida a la humanidad
mientras haya quien quiera contemplar los poéticos universos de
Clausells, mientras Serrat siga vendiendo discos como éste último,
magnífico, “Versos en la boca”.