Serrat canta a América (2000)



Entrevista en el Semanario «Magazine» 

24 de Septiembre de 2000 – Texto de Lluís Bonet Mojica – Fotos de Francis Tsang

El nuevo disco de Joan Manuel Serrat se titula “Cansiones” y es un recorrido sentimental por América a través de temas clásicos, como tangos, boleros o vallenatos, de esos países con los que Serrat mantiene un idilio muy personal desde hace treinta años, cuando el veto del franquismo le llevó a descubrir un mundo que resultaría fundamental en su vida. 

«América forma parte de mí y yo formo parte de América»

Él suele definirla como una “historia de amor correspondida”. Empezó 30 años atrás, cuando Joan Manuel Serrat emprendió una primera gira latinoamericana de cinco meses. Por entonces arrastraba su Mayo del 68 particular. Estaba vetado en la única televisión española existente, la oficial, porque aquel año emblemático se había negado a representar a España en Eurovisión, si no era cantando en catalán. Tiempos de censura y silencios, Serrat “sólo” existía entre el público y las listas de éxitos, que encabezaba con “Dedicado a Antonio Machado, Poeta”. Nacía su idilio con América, el descubrimiento de otras sensibilidades, también de sufrimientos, de dictaduras militares que terminarían desmoronándose, dejando heridas sin cicatrizar. Y ocasionales momentos de utopía a veces abruptamente cercenada. También conoció en aquellos lugares músicas y canciones.

Y “Cansiones”, con ese, es el título del nuevo trabajo discográfico de Joan Manuel Serrat, cuyo lanzamiento está previsto para el mes de octubre, sólo dos años más tarde del éxito alcanzado por “Sombras de la China”. Por vez primera en su dilatada carrera, el artista hace público un secreto a voces: en sus periódicos viajes por América, y al margen del repertorio oficial, era capaz de cantar -en la intimidad amiga- tangos, vallenatos, boleros… “Cansiones” nos desvela el otro Serrat, dispuesto a certificar públicamente su devoción y pasión por músicas y géneros que incorpora a su estilo.

“Cansiones” está compuesto por 14 temas. Estos son los países representados: Argentina (donde Serrat es conocido como “El Nano”, con “El último organito”, “Fangal”), Chile (“El cigarrito”, “Mazúrquica modérnica”), México (“Soy lo prohibido”, La maquinita”, “Un mundo raro”), Cuba (“Yo sé de una mujer”), Puerto Rico (“En la vida todo es ir”), Uruguay (“La llamada”), Venezuela (“Sabana”), Colombia (“El amor, amor”) y Paraguay (“Mi tortolita”). Para su grabación, Serrat no dudó en viajar a varios de estos países para disponer de los instrumentalistas autóctonos.

Pero, como la edad nos vuelve pudorosos, acaso juguetones y traviesos, el CD “Cansiones” viene firmado de manera conjunta por Tarrés/Serrat. Es decir, Serrat leído al derecho o al revés. Lo cual confirma que el artista ha decidido sacar su otro yo.

Expresado en una pieza, insólita en su ya larga carrera (no olvidemos que también acaba de publicarse, remasterizada, su integral discográfica), sin que suponga ninguna ruptura, sino la consecuencia de patrias y canciones que nunca consideró ajenas, sino compañeras de un largo viaje por el tiempo, la geografía y la historia.

Sólo el tema titulado “Tarrés” lleva la autoría explícita de este Serrat “americano”. Y son ellos, Serrat y su otro yo, pues resulta difícil discernir entre ambos, quienes facilitan a los lectores del Magazine las claves de estas “Cansiones”.

— Despeje una duda inicial, ¿hablamos con Serrat o con Tarrés?

— ¡Con Serrat! Claro que nunca se sabe con quién estás hablando. Pero en este caso no hay una duplicidad tan absoluta como para que la presencia de uno provoque la ausencia del otro. Habrá el predominio de uno de los dos, pero nunca una ausencia total.

— Todos podemos leernos al derecho y al revés. O deberíamos intentarlo, cuando menos.

— Serrat y Tarrés son eso que se llama un palíndromo. Palabreja ardua, en verdad, pero que en catalán tiene su equivalencia en “cap-i-cua”.

Una palabra más bonita y hoy plenamente aceptada, no sólo por quienes juegan a la lotería.

Serrat y Tarrés son el comienzo y el final de una misma cosa. Además, Tarrés también canta…

— Pero hombre, ¿por qué no se lo impidió?

— Es que Tarrés no se podía contener. Venía conmigo al estudio de grabación y se empeñó.

Pero no las cantará conmigo en el escenario. Me dijo que el directo no quería hacerlo.

Curiosamente, su voz tiene la misma tesitura que la mía. La suya tal vez sea más resacosa, más castigada por la vida.

— Es que la vida del doble es muy dura.

— Pues no sé si es muy dura. Porque el doble tiende a emborracharse él, dejándote a ti la resaca.

— “Cansiones” tiene dos vértices: saca usted su otro yo y salda una deuda de gratitud.

— Este último trabajo viene a llenar varias inquietudes. Hay gente viajera que de sus periplos se trae cajas de cerillas, ceniceros, postales… Otros van más lejos y recolectan esas horribles bolas de cristal que, cuando les das la vuelta, nieva, apareciendo horribles representaciones de la torre Eiffel o el Vaticano… De América yo decidí traerme canciones que forman parte de mi intimidad y de una profunda memoria sentimental.

— Usted descubrió América, por así decirlo, en una situación personal difícil: estaba en el punto de mira del franquismo. ¿Esto le daba una sensibilidad especial para conectar con la realidad de allá?

— El franquismo te colocaba en una situación difícil. Dependiendo de tu postura, claro, porque yo he conocido a muchos españoles que durante el franquismo vivían como Dios y que ahora manifiestan su enorme devoción por las instituciones democráticas. Uno ha visto pasar tantas cosas, que ya no le sorprende nada de las actitudes humanas. Si uno estaba enfrentado a la dictadura en España, contemplaba aquellos países de otra manera. Era muy atractivo seguir un proceso democrático como el que ocurrió en Chile.

 ¡Ver cómo un país votaba y había partidos políticos, mítines! Eran cosas que yo, recién llegado del franquismo, ignoraba. Cosas que seguían alimentando la esperanza de que algún día también ocurrieran en mi país. Poco podía imaginarme que, en Chile, la situación derivaría hacia el golpe militar de Pinochet, finalmente cazado por la historia y víctima de su propia infamia. Entonces, yo esperaba que las cosas en España cambiaran. No sólo como después lo han hecho, porque la realidad siempre se queda corta en función de tus sueños.

— Un disco como este no deja de resaltar que el continente americano es producto del mestizaje.

Usted, por sus padres, un catalán y una aragonesa, también lo es. Como todos nosotros. Pero no parecen correr buenos tiempos para la noción del mestizaje en esta Europa cada vez más xenófoba.

— Los indígenas eran gente propensa al mestizaje.

Pero de saber lo que se les venía encima, tal vez no se hubieran sentido tan orgullosos del mestizaje. Como Cataluña y otros lugares, lo quieran o no algunos. Les guste o no les guste. A mí el mestizaje me parece muy saludable. Porque de alguna manera provoca que las especies mejoren constantemente. Las razas puras tienden todas a enfermedades hereditarias, a volverse débiles física y moralmente. Creo que Europa sabe que el camino hacia el mestizaje resulta inevitable. Pero en lugar de orientarlo con inteligencia, esta Europa cada vez más vieja es también cada día más cobarde, mezquina y miserable. Pero la propia naturaleza se encarga de arreglar por la vía rápida lo que el hombre no es capaz de solucionar con inteligencia.

— Seleccionar las canciones habrá resultado complejo. Elegir siempre es comprometido.

— Este disco no es una selección, sino el resultado de muchos años de amistades, de descubrimientos, sinceridades y sensibilidades cercanas. No he tratado de escoger ni realizar una antología. Podrían figurar estas canciones o perfectamente otras. Pero se trataba de un trabajo que debía quedar resumido de alguna forma.

— Cabe imaginar que tampoco era cuestión de poner los temas más conocidos.

— Lo que yo he buscado, por encima de todo, es un manojo de canciones que sirvieran para expresarme. En este sentido, probablemente el mayor halago que vengo escuchando por parte de quienes ya conocen el disco ha sido que, en todos los casos, parecen canciones mías. Quiero decir que esas canciones pasan por mi modo de entenderlas, por las noches y noches que yo las he cantado, solo o acompañado, o sencillamente por echar a volar un pensamiento.

— Por cierto, parece ser que su padre cantaba tangos.

— Sí, mi padre cantaba tangos. Los cantaba con mucho corazón, con tanto corazón como dificultad. El afecto mío por el tango nace de mi padre, del mismo modo que el de la copla procede de mi madre, como también la zarzuela. Mi afición a la copla y la zarzuela son de vía materna; el tango y los Cors de Clavé vienen de vía paterna.

A los dos debo agradecerles estas cosas. Mi padre se quedó limpiando cocinas de gas y revisando contadores; mi madre, cosiendo pijamas y haciendo camas. De no ser por ellos, difícilmente yo hubiera tenido por el tango, la copla, la zarzuela o la canción popular catalana la relación y el afecto que les profeso.

— Digamos que algunos de los temas son extremadamente sensuales, lascivos, lúbricos.

— Porque en las canciones de este disco también existe un sentimiento muy lúdico y sensual. Como en general posee toda la música de América Latina. El tango, el son o el bolero son sensuales por naturaleza y sus temáticas forman parte de la vida de la gente.

— El tema “Yo sé de una mujer” casi constituye un homenaje a las que nuestros mayores llamaban “mujeres de la vida”, un eufemismo precioso.

— Las putas son profesionales a las que cabe homenajear y devolver la ternura, consuelo, compañía y ayuda que han prestado a lo largo de la historia de la humanidad. Siguen haciéndolo.

Hay, con perdón, otras putas que no están ejerciendo necesariamente la prostitución. Las primeras merecen mi más absoluto respeto; las otras, no.

— La letra de “Soy lo prohibido” tiene tela: “Soy ese amor que negarás / para salvar tu dignidad / Soy ese beso que se da…”.

— ¡No siga! A estas alturas del partido, amigo mío, uno ya no está para este tipo de cosas. Cualquiera de las que, en este sentido, me ocurra en la vida, la consideraré un regalo de la madre naturaleza.

— ¿Interpretar esos temas ajenos, llevándolos a su terreno, no puede despistar al público?

— No es que no me atreviera a cantar esas canciones. Consideraba que formaban parte de otro espacio, de otro momento. Debo reconocer que, en realidad, este disco empecé a prepararlo, incluso a grabarlo, hará cosa de un par de décadas, o incluso antes. Fue con Willy Bascuñán y un par de amigos más. Conservo las grabaciones.

Estoy hablando de unos 25 años atrás. Empecé a hacer un disco que estaba mucho más próximo a lo que puede ser la música folklórica y, en general, la música andina.

— No es el caso de “Cansiones”.

— No. Aquí, por lo general, las canciones son mucho más costeñas que andinas. El tango argentino, el vallenato colombiano. Al escoger los temas no quise rehuir ni equilibrar nada. No ha habido un planteamiento, digamos que estalinista, ni tampoco que todo el mundo se sintiera representado. He procurado zafarme de estos sistemas reductores. Hay países americanos de los que no aparece ninguna canción. Lo cual no significa que no me guste lo que se hace allí.

— ¿Ha resultado complejo el proceso de grabación?

— Se realizó en cinco estudios, pero no ha sido tan complicado. En un primer estudio realizamos la preproducción, que es lo normal. Hay quien la hace en casa, pero yo no vivo rodeado de aparatos.

Lo primero que hay que decir de un disco como este es que se trata de un trabajo totalmente acústico. No hay máquinas, “sampler”, secuencias.

Todo el sonido es acústico. Lo cual, naturalmente, se nota. Se ha grabado, fundamentalmente, en los estudios Zanfonía. Pero hay cosas que necesitan un perfume especial y que no pueden conseguirse aquí, ni con músicos de aquí. Si necesitas un sonido determinado y unos instrumentos concretos, debes ir al lugar donde se encuentran.

— Vamos, que la autenticidad no se improvisa.

— Si quieres grabar un tipo de guitarra flamenca, sabes con quién y dónde tienes que hacerlo. Si es un acordeón de vallenato, debes buscar al Cocha Molina, que me parece el mejor acordeonista que hay. Si quieres un guacharaquero bueno, debes llamar a alguien que sepa tocar de verdad la guacharaca, un colombiano costeño. Claro que para quienes han colaborado en el disco también ha sido difícil. Por ejemplo, no se trataba de grabar un par de tangos, sino dos canciones que tuvieran perfume de tango. El perfume que les da Rodolfo Mederos.

— Sin embargo, el disco es muy homogéneo.

— Sólo puedes conseguir esa sensación de homogeneidad a partir de mucho trabajo. Pero un artista tiene la obligación de transmitir la sencillez, no la dificultad de la elaboración. No agobiemos al espectador. La dificultad te la tienes que comer tú. Debes transmitir un trabajo elaborado a la vez que sencillo; que parezca que lo has hecho en la esquina de tu casa. Aunque cuesta esfuerzo, claro que cuesta. Pero no debe notarse.

— Es que hoy día parece que todo lo hagan las máquinas, el ordenador…

— Pero esto no es verdad. La gente puede llegar a creer que hoy graba discos el más bobo y que las máquinas lo hacen todo. No es así. Se trata de una falacia.

— No faltará quien considere que el Serrat intérprete de otros lo tiene más fácil que el Serrat cantautor.

— Ocurre todo lo contrario. Juntamente con “Banda sonora d’un temps, d’un país”, que es donde he trabajado más en mi vida, “Cansiones” me ha llevado mucho tiempo, mucha búsqueda.

Los repertorios ajenos ofrecen una terrible dificultas. “Parecen canciones tuyas”, te dicen. Lo cual significa que las has masticado, que te las has hecho tuyas, que de alguna manera la selección ha estado en función de un pensamiento que va contigo y que tú también has ido transmitiendo en las 300 canciones que llevas escritas desde que empezaste. Porque compruebas que hay coincidencias y que, en definitiva, las canciones que admiras de los demás tampoco te son ajenas.

— Ante todo “Cansiones” es el resultado de su historia de amor correspondida con América.

— También hay una historia compartida. En definitiva, América forma parte de mí y yo formo parte de América. Hay dedicatorias a una serie de gente que me ha ayudado en mis largas estancias por aquellas tierras. Gente muy conocida de la música americana, pero también gente no famosa, más bien anónima. Yo creo que ningún trabajo en la vida es obra de nadie en particular. Nadie inventa nada. Todo lo que un hombre es capaz de hacer es porque otros le han enseñado a hacerlo, le han ayudado a hacerlo o lo están haciendo con él.

— Algunos temas muestran de manera diáfana un surrealismo muy americano. Por ejemplo, la canción popular mexicana “La maquinita”.

— Es una canción de un surrealismo absoluto. Alejo Carpenter afirmaba algo así como que “en América el surrealismo es algo tan natural como la lluvia y el dolor”. Allí, el surrealismo no se discute en los cafés, se vive en la calle. Y el llamado realismo mágico de su literatura no es otra cosa que surrealismo. No puede compararse con el surrealismo de los pioneros franceses o el de Dalí, claro. Ahí está México, un país tan surrealista que ha mantenido durante 71 años en el poder a un partido político llamado Partido
Revolucionario Institucional (PRI). ¡Si esto no es surrealista…! ¿Cómo puede estar institucionalizado un partido verdaderamente revolucionario? “La maquinita” es un homenaje a la canción popular. Como dice su letra: “Cantando canciones / pasamos la vida / un poco más divertida”.

— Hay otra canción popular, colombiana y muy lasciva, llamada “El amor, amor”, en la que usted se aproxima al flamenco.

— “El amor, amor” es el primer vallenato que existe, el primero conocido. De lo que podía escoger, dentro de la canción costeña, me quedé con este vallenato que daba mayor capacidad de imaginación. Lo he mezclado con la rumba catalana. Se complementan perfectamente.

Cuando la gente escuche esta canción verá que el acordeón de guacharaca va a tiempo de vallenato, mientras que cajón y guitarras siguen el ritmo de la rumba catalana. No es fusión, hoy tan de moda. La música es universal.

— Hoy en día se tiende a uniformizarlo a todo, a etiquetar, incluso en el terreno musical.

— Con la música del Caribe cuesta mucho hacer separaciones suficientemente claras. Porque eso que llaman salsa… La salsa es un término que no identifica nada, porque etiquetan como salsa una cumbia, un merengue, un vallenato, un mambo. Al final todo acabará siendo salsa. Pero no resulta difícil comprender que pueden incorporarse guitarras flamencas a un vallenato, porque este instrumento, la guitarra, llegó allí antes que el acordeón, que introdujeron después los alemanes.

— El disco también incluye un tema paraguayo, “Che pykasumi” (“Mi tortolita”), alguna de cuyas estrofas interpreta usted en lengua guaraní.

— Trato de aportar mi reconocimiento y homenaje a lo que realmente es América. Porque nosotros hablamos de Hispanoamérica, de Latinoamérica, Iberoamérica, pero nunca aludimos a una América que habla en quechua, en aimará, en guaraní, en maya… Una serie de idiomas que fueron depredados por una cultura que llegó después. El guaraní es una lengua viva en Paraguay y también en algunas zonas de Argentina.

— Háblenos de “La llamada”, pieza que clausura el disco.

— De Uruguay quería cantar carias cosas y acabé escogiendo esta marcha de carnaval. Siempre digo que si alguna vez me pierdo y no saben mi paradero, lo más probable es que me encuentre en Montevideo. Tal vez no sea divertida, luminosa y espléndida, pero Montevideo es una ciudad muy entrañable. El mismo día que fui a grabar este tema, llamé a músicos negros amigos míos y les dije: “Montadme una cuerda de tambores, que vengo a grabar esto”. Acabamos el trabajo un fin de semana, y los fines de semana, en Montevideo, los grupos de carnaval salen a “batucar” por la calle. Yo siempre me voy con los negros, que son quienes lo hacen mejor. Pero hay dos tipos de negros: los africanos y los brasileños. Me voy a tocar con los africanos. Cogí los tambores y marché con mis amigos. El juego consiste en subir diez calles y volverlas a bajar. Tocando los tambores y mamando como locos, porque llevan aguardiente consigo. ¡Con un personal que va por ahí! Yo iba apartando manos constantemente: “¡Quita la mano, que no llevo ahí la cartera!”.

Vamos, que aquello no son los Campos Elíseos.

Pero es maravilloso, la gente te va dando besos y si levantas la vista, ves los balcones abarrotados.

— ¿Cómo sería Serrat sin su vertiente americana?

— Lo ignoro. Sólo sé que, espiritualmente, mucho más pobre. Me siento muy satisfecho de que la fortuna, el azar y los accidentes de la vida me llevaran por donde me han llevado. Hubiera preferido que algunos acontecimientos que me tocaron vivir derivaran de otra forma. Que Argentina no hubiera tenido que soportar la terrible dictadura de los años 70, eso que, irónicamente, los militares llamaban “el proceso”. Habría sido mucho más feliz si en Chile el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende hubiera podido emprender unos caminos de sueños que planteaba, sin que la traición y los intereses de ciertos grupos primaran sobre el interés común. Me sentiría más satisfecho si América dispusiera hoy de unos caminos de progreso, de libertad y de una estabilidad que lamentablemente no tiene. Pero me siento muy orgulloso del cariño que recibo por parte de aquellos países y también muy comprometido con tierras y gentes que no me son ajenas, sino todo lo contrario.