El día que Serrat bajó a los infiernos del stronismo



“Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones
tienen doble vida, son sicarios del mal
entre esos tipos y yo hay algo personal.”
Joan Manuel Serrat, Algo personal.

Como el poeta Dante Alighieri, llevado de la mano por su amigo Virgilio a un estremecedor recorrido por los círculos del infierno, el afamado cantautor Joan Manuel Serrat aceptó que Martín Almada y Antonio Pecci lo condujeran esta semana a un viaje a través del tiempo, para visitar el Museo de las Memorias y conocer de cerca los horrores represivos de la dictadura stronista.

Parado en la “sala de interrogatorios” del que fuera el siniestro centro de torturas conocido como “La Técnica”, sobre la calle Chile de Asunción, al contemplar la manchada bañera en que los prisioneros eran sometidos a la cruel “pileteada”, en la que muchos dejaron la vida, el catalán universal sintió “escalofríos y angustia”, como él mismo lo confesó.


Y luego, tras abrazar y besar a la luchadora Elsa de Goiburú, viuda del asesinado médico Agustín Goiburú, Serrat dejó su claro mensaje de tributo a las víctimas de un perverso sistema totalitario:


“La gente no muere nunca, hasta que no se la olvida. Nosotros mantendremos la memoria, para mantener su presencia y su ejemplo”.

Un artista comprometido y solidario

Como relata Martín Almada, la visita de Joan Manuel a lasexmazmorras de la dictadura tiene su historia. Desde que se supo que el artista iba a regresar al Paraguay para ofrecer un recital, los organizadores recibieron un aluvión de propuestas e invitaciones para que asista a cenas, reuniones, encuentros y actos de todo tipo, pedidos de entrevistas y concurrencias a programas de televisión.

El artista rechazó todos ellos, incluyendo actividades que le planteó la propia Embajada de España, e indicó que deseaba manejar su presencia en Asunción con un perfil discreto, sin contactos con la prensa. Solo aceptó un diálogo informal con unos pocos periodistas elegidos, el lunes, minutos antes del concierto.

Pero Serrat ya tenía un objetivo definido. Tal como habían convenido con Almada por teléfono desde Bueno Aires, su visita al Museo iba a ser su única actividad pública en Paraguay, además del recital. Una actividad claramente política en el buen sentido, coherente con la línea de conducta que el catalán ha mantenido siempre como artista solidario y comprometido con las justas causas humanas.


Es lo que diferencia a Serrat de tantos otros artistas consagrados. ¿Quién se imagina a Luis Miguel, Cristian Castro, Chayanne, Shakira, incluso al supuestamente “progresista” Ricardo Arjona, arriesgándose a mirar a los ojos a una sufrida y tenaz mujer que sigue reclamando justicia por su marido desaparecido durante el siniestro Plan Cóndor? ¿Quién de ellos sería capaz de dejar de lado las poses de superestrella, para animarse a descender hasta el infierno del dolor y dejarse contaminarse con las lágrimas, los abrazos, los sueños de quienes aún creen que otro mundo es posible?


Solo Joan Manuel, El Nano. El mismo que en los años duros de la dictadura argentina dedicó su canto a las Madres de Plaza de Mayo. El mismo que un día subió a un avión de exiliados para descender enSantiago de Chile, a desafiar al régimen del dictador Augusto Pinochet. El mismo que condena por igual los atentados terroristas de ETA o el ajusticiamiento de Sadam Hussein. El mismo que en sus versos acompaña la suerte de los inmigrantes ilegales en España. El mismo que decide cantar en guaraní “Che pykasumi” para reivindicar la resistencia cultural del Paraguay.
 

Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar.

(Por Andrés Colmán Gutiérrez, publicado en El Correo Semanal, diario Última Hora, edición del sábado 10 de febrero de 2007).