Video del concierto
Entrevista en el Luna Park
El retorno de la Democracia y de Serrat.
“Como decíamos ayer…”
Aquiles Fabregat -Revista Humor 1983
A Serrat le temen casi en forma irracional.
Le temen los injustos, los déspotas y los mediocres. Le temen los estados basados en la fuerza. Y aunque los que le temen son infinitamente menos que los que lo aman sin condiciones, logran esporádicamente que la inmensa figura de este catalán desaparezca de escenarios y medios de difusión.
Ese miedo proviene, seguramente, de la certeza de que solamente los muy grandes son capaces de colocar ciertas valencias en su lugar. Y Joan Manuel es un maestro en eso de ubicar: a través de su canto y su poesía desfilan la hipocresía, la mojigatería, la estupidez, la burocracia, las convenciones obsoletas, las injusticias sociales, las miserias humanas. Por sobre todo ello, siempre presente el amor a la vida.
Sin embargo, curiosamente, en su repertorio aparece muy raramente la política en forma directa. Ni el más histérico de sus perseguidores podría acusarlo de panfletario.
¿De qué acusan a este artista que desde su Cataluña natal ha iluminado los últimos años musicales de toda Hispanoamérica? ¿De haber cantado a Machado, otro gigante español que murió infamemente del otro lado de la frontera, con el corazón roto por el avance de las tropas franquistas? ¿De haber difundido la obra de Miguel Hernández, inconmensurable poeta aniquilado a los 32 años en una cárcel “nacionalista”? ¿De cantar sus propias letras, donde la vida y el libre albedrío son exaltados por sobre máquinas, represiones y reglas?
No; lo acusan de “peligroso”. Y le temen porque saben que Serrat, con ese poder maravilloso de comunicación que le tocó en el reparto de dones carismáticos, es capaz de destruir en cinco minutos de canto las falsas escalas de valores que nos inculcan, desde la cuna, a los latinoamericanos en un siglo.
Es obvio: los que pretenden librarnos de las maléficas influencias de malos españoles como Joan Manuel, son los mismos que nos enseñan en las escuelas lo admirables que eran otros españoles como los bestiales conquistadores que arrasaron nuestras tierras y masacraron a nuestros aborígenes en nombre de la Cruz y la Corona. Desde tal punto de vista, la peligrosidad del catalán es cierta: esa unión de inteligencia, rebeldía y magnetismo, es difícil de resistir.
Y está el aspecto hombre. Ahí sí. Serrat ha mantenido una coherencia total a través de toda su trayectoria y ha sido una figura política desde su aparición como artista. El mismo poeta que cantaba al amor, la vida y la amistad, era el que se recluía en el Monasterio de Montserrat para protestar por los juicios contra los rebeldes vascos, y el que desafiaba abiertamente, a costa de la carrera artística en su país, al propio Generalísimo Franco, autor moral de la muerte de García Lorca, Miguel Hernández y otros creadores.
Como él mismo se define, Serrat es un hecho político y todo lo que nace es político, aún cuando diga: “Antes que nada soy partidario de vivir”.