Bonet Mojica, Lluis
“SERRAT. Verso a verso”
Barcelona : Altafulla, Taller 83, 1986
Con Prólogo de Antonio Gala
Luego de que Joan Manuel Serrat hubiese publicado su disco “El Sur también existe”, su recién creada productora Taller 83, en colaboración con la Editorial Altafulla, decidió publicar este curioso libro firmado por el mismísimo Joan Manuel, si bien Serrat no escribe ningún artículo propiamente dicho.
El grueso del libro lo constituye un feliz paseo por todas las letras de las canciones que había compuesto Serrat desde sus comienzos hasta la fecha de publicación. Allí se encuentran todos los textos, revisados y sin errores tipográficos, traducidos del catalán en su caso, de las 134 canciones compuestas por Joan Manuel hasta 1985. No se incluyen pues, los poemas de otros autores: Machado, Hernández, Salvat-Papasseit, Joan Vergés, Benedetti, etc…
Aparte del valioso almacén que suponen sus poemas, el libro nos regala un encantador prólogo de Antonio Gala, «Obertura para Serrat», en el que nos dibuja con su lápiz maestro una extraordinaria semblanza del poeta Joan Manuel.
Consta además de un minucioso perfil biográfico de Serrat, «Señas de identidad», esta vez con la autoría de Lluís Bonet Mojica, y unos apartados finales destinados a recoger la filmografía y discografía del cantautor. Y las fotografías, muy curiosas y abundantes, son obra de Colita, Francesc Català-Roca, Oncins y Puvill.
Tener en un sólo volumen la mayor parte de poemas creados por Serrat es razón más que suficiente como para recomendar este libro.
Desgraciadamentehace años que está agotado y no está prevista una nueva edición, que sería muy celebrada por todos (actualizada, si puede ser), ya que la última que se lanzó -fue la tercera- data de Septiembre de 1986.
Un hombre vivo es un dócil instrumento, un cauce que no le pone obstáculos a la ola apasionada: que con ella se alegra o se entristece.
Es el desinstalado, el disponible, el curioso insaciable de las cosas y de las sensaciones, el perenne espongiario, el prestidigitador que arroja y recoge en el aires sus naranjas: el amor, el juego, la esperanza, el humor, la sátira y el sexo. El rebelde no sujeto a revoluciones políticas, ni religiosas, ni sociales, el rebelde vital frente a cualquier señuelo que lo frente: desnudo y caminante.
La vida no se estanca , se recibe y se vierte, viene y huye. Es la sinceridad exacerbada.
Una inmoderación, una generosidad, la zarza que arde sin consumirse y, cuánto más arde, más nos enriquece. De ahí la solidaridad entre los vivos –la donación de sí- y la solidaridad con quienes lo estuvieron –la tradición-. Y de ahí la cultura. No sé que la cultura sea otra cosa sino la manifestación auténtica de la vida: una forma de ser, de haber sido, de ir siendo.
Por eso la tendencia a la anquilosis de una cultura sólo puede evitarla la vida misma: su caos y su anarquía, su imprevisión y su improvisación, su continua intemperie. De una parte, el instinto individual; de la otra, la inagotable memoria colectiva.
Me complace observar que las obras de arte más personales –cuanto más personales- son las más arraigadas en una tradición. El trayecto hacia lo universal es lo local. El arte sin antecedentes corre el riesgo de ser de ser un espurio y de quedarse sin destinatario. El arte es producto de una larga digestión, aderezada por las circunstancia personales del creador y las mancomunadas del instante en que vive. Leo a Serrat, y leo a Mendinho, al Arcipreste de Hita o a Villon. Leo a Serrat, y leo las jarchas andaluzas, las cantigas de amor o de amigo o de escarnio, las adolescentes líricas castellanas, las coplas de la panadera,hasta la tonadilla y el cuplé. Oigo a Serrat, y oigo a la gente del camino: vagabundos, romeros, goliardos, histriones, trovadores, juglares. Oigo el coro marginal de toda la cultura paralela: la exaltación del gozo, de la extraña y cotidiana alegría de vivir, de la última certidumbre inarrebatable: la exaltación de la exaltación. Oigo a Serrat,y oigo la voz de la sangre jamás amordazada, de la cultura corpórea y feraz: las voces de la naturaleza, del barrio, de la taberna, de la fiesta, de abril y del amor (eterno mientras dura –y de cristal- lo mismo que la vida); la voz de la ternura y la amistad más allá y más acá de la muerte, de la fragilidad del mundo y su acicate, del único motivo por el que se engendró……
El poeta escribe la verdad que sabe, la verdad de lo que ve. La estética y la ética se confunden en él. Ahí reside su poder. No en el partidismo, sino en la ausencia de partidismo. Su corazón se inclina del lado de los otros corazones. Habla a esa zona inerme, esencial, sagrada, invariable del hombre, de cada uno de los hombres. Por eso Serrat es comprometido en cuanto su auditorio lo compromete; en cuanto su auditorio, por amor, conduce el agua a su molino, y lo asume, y lo hacer tomar su partido, como se intenta siempre con lo que se ama.
Pero Serrat, además, no es sólo el verso: es la canción: un poema que ha de llegar más lejos que el poema; un poema lanzado como un dar toque reclama su diana.
La música, en él, no es un mero soporte de acompañamiento, sino algo que ayuda a su perfecta inteligencia, a su más clara y directa comprensión.
Siempre son los poetas los que, a la larga, dicen mejor sus versos. En este caso, el poeta es quien mejor los canta; quien mejor percibe y transmite su equilibrio. En el flamenco, la letra, con ser tanto, no es lo que más importa: importan más el júbilo o la queja. Aquí letra y música son las caras de una sola moneda. Aquí la música de la canción ha de quebrar la propia del poema para erguirse así misma, autónoma y ferviente. Aquí se cumple el precepto escolástico forma dat esse rei.
El vehículo es tan esencial como el mensaje; la intimidad se ostenta; se susurra el entusiasmo se alcanza lo espontáneo; la sencillez se elabora; huele a rosa el trabajo. Aquí lo apolíneo y lo dionisíaco se funden y cooperan. El autor de un milagro así no podía ser más que un mediterráneo.
Un poeta mediterráneo, fiel heredero de sus antecesores, que, en mitad de un silencio triste, excedido por su propia voz, rompió a cantar. Y lo sigue aún haciendo por fortuna. Este libro es la prueba.”