El sur también resiste.2004



Revista “La pulseada”
NÚMERO 19 – ABRIL 2004
Entrevista: Carlos Sahade y Verona Demaestri
Textos: Verona Demaestri


¿Qué podría decirnos Serrat que no hubiera dicho ya? Mucho. Descontábamos que sus respuestas, al igual que su trayectoria, su vida, sus canciones, serían interesantes. Pero no nos bastó con descontarlo y aunque costó, finalmente logramos la entrevista. Nos sirve, para definirlo y definirnos, la frase polémica del periodista Manolo Vázquez Montalbán -con quien se sentía hermanado por catalán y progresista-: “Tiene la pasión de una persona ambiciosa. Y, en general, los ambiciosos son inteligentes”. En la charla, la inteligencia fue del Nano. En la insistencia, la ambición fue nuestra. Y el gusto por lo que sigue, de todos.

“Sigo creyendo que la mejor entrevista a Joan Manuel Serrat
es no hacérsela”
Manuel Vázquez Montalbán


“Sientan que de todo corazón esta noche he compartido también sus inclemencias, y me han hecho sentir profundamente feliz. Espero que nosotros hayamos sido capaces de responderles mínimamente”. Uno a uno, en fila ordenada, los músicos de la Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires se fueron llevando sus instrumentos. Serrat se resistía a irse. Estaba contento, con ganas; estaba en deuda con quienes habían soportado una lluvia perseverante que ya casi había menguado. Y les dio el gusto.


Haciendo gala de su voz, más diáfana y profunda que otras veces, Joan Manuel Serrat se sirvió sólo del piano para complacer al público con el primer bis: “Lucía”. “Se merecerían esto y mucho más”, logró decir una vez finalizados los eternos minutos de aplausos ininterrumpidos. Cuando se disponía a presentar el segundo bis, “Palabras de Amor”, a los acordes del piano comenzó a darle batalla acústica la voz gritona de un presentador. Canción y grito se hibridaron. Confundidos, los platenses que se habían regalado el lujo de aquel recital sinfónico, trataban de hacer foco auditivo en el clásico cantado usualmente en catalán, ahora dedicado exclusivamente en castellano. Pocos, lograban entender lo que estaba pasando. Se trataba del corso que cada sábado desfila por calle 25.

Horas antes, las remeras amarillas de los organizadores del corso se paseaban por la avenida, mezclándose con quienes -entrada en mano- hacían la cola para ingresar al Estadio Ciudad de La Plata, y discutiendo con los policías que negociaban la suspensión del espectáculo carnavalero. Por fin, acordaron atrasarlo un poco para que no sucediera lo que de todos modos sucedió, aunque sólo en la última canción.

Entre remeras amarillas, casacas azules, patrulleros, vendedores de largavistas y pilotos, La Pulseada trataba de lograr algo para lo que había trabajado intensamente y que en ese momento parecía imposible, casi un milagro: una exclusiva con Serrat. En la comitiva, encabezada por Carlos Cajade, iban dos nenas del Hogar (la foto de tapa) y la mujer encargada de cuidarlas, dos fotógrafos y dos periodistas. Después de varios intentos, pudimos sortear exitosamente el portón de entrada que estaba celosamente custodiado. Era un paso, pero había demasiada gente como para ubicar a la persona con la que habíamos hablado tantas veces por teléfono y con la que habíamos intercambiado tantos mail. Sin embargo, de repente, nos topamos con el hombre indicado en el momento preciso, que nos condujo a Serrat.

Después nos enteramos que nos estaba buscando, pero en ese momento pensamos que se trataba de un milagro.

En una de las habitaciones pintadas de aséptico blanco, nos encontramos con el cantautor que supo componer la banda sonora de tantas vidas a lo largo de sus 40 años de carrera.

Tras presentarle a la Negri, nena que vive en el Hogar y que fue la tapa de nuestro primer número y de nuestro primer aniversario, y Candela, una niña cuyo nombre significa mucho para él (así se llama su mujer), Serrat se acomodó en la silla frente a los grabadores para comenzar la charla.

Cajade: -En nuestro Hogar los pibes viven felices, aunque cada uno, por supuesto, tiene sus problemas… Pero no hay felicidad más grande que criarse con su papá y su mamá, por más bueno que sea el cura, por más buena que sea la gente que está con uno.

Serrat: -Sería bueno que los papás puedan tenerlos, porque podrían tener un mayor cuidado. Pero también habría que pensar quién cuida de los papás, porque los papás…

Cajade: -…Están muy destruidos.

Serrat: – Socialmente fracturados en todos los aspectos.

-El Hogar de Cajade, y tantos otros en el país, se ocupa de chicos que viven en las calles, los niños desprotegidos. Vos también te has ocupado de ellos en algunas canciones como “Niño Silvestre”.

¿Cómo ves la situación hoy, unos cuantos años después de haberla escrito?

Serrat: -No, no, no mejoró… No mejora. El problema del niño de la calle no es un problema circunscripto al niño; es un problema de la sociedad, es un problema de los padres del niño, que pasa por los abuelos del niño, y que pasa por los vecinos del niño, por los administradores temporales de la sociedad en la que vive el niño.

Cuando aparece la tragedia del niño de la calle, lo hace como consecuencia de una sociedad que ha generado toda una serie de conflictos y de injusticias. Antes del niño de la calle, está la madre del niño de la calle, que parió al niño de la calle, y el padre que engendró al niño de la calle, y cómo se encuentra el hombre este y cómo se encuentra la mujer esta. No es un hecho aislado… Es un hecho de toda la sociedad… Cuando llueve miseria, llueve miseria para todo el mundo. No se resolverá el tema de los muchachos de la calle recogiendo niños, mientras no haya una responsabilidad social en este sentido.

Responsabilidad a la que Serrat viene haciendo honor hace más de una década. Mientras el Menemato decretaba sus primeras medidas, la necesidad y urgencia paría un Movimiento por los pibes con hambre en un país hecho de pan. Sus fundadores, Carlos Cajade y Alberto Morlachetti, vieron nacer también una duradera relación con el Nano, que los acompañó en la lucha “contra el sistema perverso que impide generar condición humana”, a decir del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. En los primeros años de la década del 90, esos verdaderos “locos con carnet” de los que habla Serrat, mataron a tres pibes que estaban presos en una comisaría de Canning. Se habían querido amotinar y le prendieron fuego a unos colchones. Los policías no les abrieron los calabozos. Murieron quemados. Serrat no dudó en sumarse a la marcha convocada en la Plaza San Martín de La Plata. Tampoco había dudado en convocar él mismo -el 23 de marzo de 2001 frente a 30 mil personas, mientras se conmemoraban en Ferro los 25 años del último golpe militar- a la otra marcha, la más ambiciosa, que movilizó por sus derechos a más de 300 pibes de La Quiaca a Buenos Aires.

Cajade: -En la marcha organizada por Alberto Morlachetti y nuestro Hogar por el asesinato de pibes en una comisaría, a la que te sumaste hace algunos años, te preguntamos ¿cómo es que te enganchaste tan fácil en el reclamo por tres niños que no conocías?, y vos nos dijiste; “Lo que pasa es que yo en cada niño veo a mi niño”.

Serrat: -Y también en cada padre me veo a mí padre.

Cajade: -Siempre decimos nosotros que no va a haber devolución de los derechos de los niños si no hay devolución de los derechos de los padres…
Serrat: -Evidentemente, porque si no este mismo niño de la calle va a convertirse en padre de niños de la calle. Es una cadena que no acaba por mucho que tú trates de corregirla. Si este niño, cuando tenga una edad en la que deba defenderse por él mismo, no tiene los medios para hacerlo y no está en una sociedad que le permita enfrentar la vida con dignidad, pues entonces la enfrentará con indignidad y generará otra vez la misma historia…
Cajade: -Tenemos una situación difícil. Por ejemplo en esta revista -muestra La Pulseada Nº 11, cuyo informe de tapa refiere a la muerte por desnutrición de los pibes pobres- vemos que más de la mitad de los niños argentinos está en la pobreza en un país hecho de pan.

Serrat: -Posiblemente más de la mitad de los ciudadanos vivan en la mitad de la pobreza, por debajo del umbral de la pobreza, ¿eh?

Cajade: -Pero parece haber una esperanza.

Serrat: -No sólo debe haber esperanza, hombre…

Alguna cosa más habrá que hacer además de confiar en que alguien resolverá esto. Yo no creo que haya providentes. Yo creo que la providencia divina está demasiado ocupada para estos quehaceres.

Cajade: -…Nosotros decimos que uno tira salvavidas pero que alguien tiene que parar la inundación.

Serrat: -Solamente puede pararse desde la administración, y con una administración con problemas muy serios, ¿no?, porque tiene una gran cantidad de pobres y de desocupados. Y tiene que enfrentar el problema con el capital internacional que es un acreedor muy duro, y un país no puede salir de la estructura financiera mundial sin correr graves riesgos. Por lo tanto aquí el Presidente Kirchner va a tener que hacer un encaje de bolillos, para terminar esta historia…
Cajade: -Se ha puesto firme.

Serrat: -Pero aquí no basta con ponerse firme. Esto no se soluciona con carteles en la pared diciendo “No pagamos”. Hace falta una colaboración internacional para que países como Argentina puedan de alguna manera salir de esta historia…
Cajade: -Y hay que resolver el problema de la pobreza desde las consecuencias, y desde las causas.

Serrat: -En las consecuencias hay que poner paños calientes. Lo que hay que resolver son las causas.

Sombras de la Argentina
“Las manos del sueño/
siempre traen un sueño de la mano”
Sombras de la China, Joan Manuel Serrat

Cuando, por culpa del franquismo, sus discos no se radiaban, su nombre no aparecía ya en las publicaciones y no lo contrataban para trabajar, tuvo que emigrar a América. “Conocí un mundo absolutamente nuevo. Quizá es el único momento en el que existe un antes y un después. El amor entre América y yo es un amor correspondido”, no pierde ocasión para recordar.

Quizás por ello, no fue casual su reacción en esos dos días que cambiaron la Argentina: “El 19 y 20 de diciembre yo estaba en España… y lo viví con pavor, porque las imágenes que llegaron fueron realmente pavorosas”.

Lejos de provocar la inacción, aquel pavor se volvió protesta. En febrero, mientras en el país las asambleas parecían nacer en cada esquina, en Barcelona, Serrat encabezaba un cacerolazo de más de 1.500 personas para denunciar las penurias económicas que se vivían aquí, y reclamar la anulación de nuestra deuda externa con España y los demás países de la Unión Europea.

Serrat: -Yo llegué muy poco tiempo después. Vine en el 2002 a la Feria del Libro. La gente no se había recuperado aún de toda la cadena de desastres, de desastres anunciados, pero desastres al fin de cuentas, y de engaños, que dejaron a la gente muy noqueada.

-¿Qué creés que cambió en el país tras el 19 y 20 de diciembre de 2001?

Serrat: -Esto es como cuando uno se va a las cuerdas: siempre rebota. Es evidente que algo tenía que producirse. Ahora veremos cómo sigue todo, ¿no? En algunos aspectos y en algunos ámbitos determinados de la sociedad, existe una cierta credulidad en el mejor sentido de la palabra, creer que las cosas de alguna manera pueden tener un horizonte.

-¿Cuáles te parecen que son los indicadores para creer eso?

Serrat: -Pues seguramente hay factores económicos que han colaborado y factores políticos también. Políticamente las elecciones, la confianza que este gobierno tiene, que no ha tenido otro gobierno por razones que no podemos entrar a detallar… Pero es evidente. Pues eso también da, de alguna forma, una aseveraranza en la gente. Económicamente en el país han sido años en los que, pues, han habido buenas cosechas, que quiera que no, ayuda. Ha habido también un impulso que la pequeña industria a fuerza del desastre que representó el corte de importaciones. Están pasando cosas… Pero bueno, siguen habiendo unas tremendas bolsas de marginalidad y unos cinturones tremendos alrededor de las grandes ciudades que es algo muy preocupante. Yo sinceramente, creo que es algo que no se resuelve con subsidios, que solamente se podrá resolver con una política social profunda que genere trabajo. La gente lo que quiere es trabajar… O al menos sería deseable que la gente lo que quisiera es trabajar.

-Hace un par de años, durante tu visita a la Feria del Libro, dijiste que las sociedades inteligentes son las sociedades solidarias porque refuerzan el tejido social y eso las fortalece. También dijiste que la solidaridad es un acto en defensa propia del ser humano, aunque no sea uno el damnificado. Precisamente, para el número aniversario de La Pulseada estamos elaborando una nota sobre la solidaridad. Sería interesante una definición tuya sobre solidaridad, en un momento donde se pueden advertir muchas actitudes hipócritas.

Serrat: -La solidaridad es una forma de relación entre los seres humanos que aparece lamentablemente cuando la justicia falla. En una sociedad justa, evidentemente el comportamiento de la gente sería solidario sin necesidad de que ello fuera un acto de generosidad… sería sencillamente un acto de convivencia. La solidaridad es algo tan natural, o debiera ser algo tan natural, como el que las uñas le crecen a uno.

-Es decir que es algo vinculado a la falta de justicia, pero entender qué es lo que está pasando también tiene que ver con la solidaridad.
Serrat: -Evidentemente, si uno no piensa lo que ocurre, si no trata de entender no puede actuar.

Esto es obvio… Es obvio. Desde la ignorancia no se puede hacer absolutamente nada. A veces el instinto hace algunas cosas, pero no creo que se refiera usted a esto.

-¿Creés que hay cierta indiferencia en la sociedad ante a eso?

Serrat: -… Yo creo que sería injusto decir que la sociedad es indiferente. No, hombre, hay un gradiente que nos lleva a este pozo profundo en donde, hay muchos claroscuros, donde hay mucha miseria, y entonces no podemos acusar a la sociedad de esta manera y quedarnos tan tranquilos. La sociedad bastantes problemas tiene: defenderse de los dirigentes que tiene, de los conflictos que esta sociedad produce, de las necesidades que esta sociedad genera… Toda una serie de cosas, ¿no? Y no entro en el maniqueísmo de separar buenos y malos en esta sociedad.
Cajade: -Nosotros atendemos a 3 mil pibes diarios, entre comedores, Casa de los Niños, los que viven con nosotros…

Serrat: -Que la sociedad cierre los ojos, no es verdad. Estos niños caminan porque hay gente que es solidaria. Hay gente que invierte su tiempo y parte de sus vidas en ayudar al prójimo. Yo creo que jamás ha habido tal cantidad de gente y colaborando de esta forma, y entendiendo que no lo hacen desde un punto de vista de caridad cristiana, como esperando recompensas, o comprando un lote en el cielo, ¿no?… Sino desde el punto de vista de gente comprometida con sus semejantes.

Los flashes comenzaron a dispararse sobre él solo; él y la Negri; él y Candela; él, la Negri y Candela… Cajade se sumó a la sesión. Todos contentos.

La mente comenzó a disparar frases, imágenes, declaraciones, temas, sin quererlo relacionados con algunas de sus reflexiones.

Acudieron entonces, el graffitti repetido “La vida sin utopía sería un ensayo para la muerte”, y es cierto. O el fragmento del muy optimista tema “Bienaventurados” que creó por la década del ’80: “a pesar de lo alto/que nos coloquen el listón/hay que brincar/con la intención de ser felices”… También es cierto, aunque al parecer en algunas ocasiones, a Serrat se le hizo difícil dar ese brinco. “El Manolo nos ha puesto a todos el listón muy alto como ser humano”, diría tras la muerte de su amigo Vázquez Montalbán. Sin lugar a exageraciones, hace rato que es el Nano quien, a fuerza de compromiso y poesía, nos viene corriendo el listón.

NIÑO SILVESTRE

En 1996, Joan Manuel Serrat canta “Niño Silvestre” en Buenos Aires. La presentó de esta manera:
“Dicen las cifras que hoy en día, en el mundo, más de cien millones de niños viven en la calle. Y que sólo en el Brasil, los escuadrones de la muerte asesinan cada año a más de siete mil de estos niños en algo que ellos llaman “operaciones de limpieza.

Dicen los terribles números que a diario mueren más de cuarenta mil niños en el mundo de enfermedades sencillas, que se pueden prever, o de desnutrición -que todavía se puede prever más, aunque no da dinero-, o de las guerras -que más que prevenir se podían abolir-. Todo ello hace que cada día en el mundo mueran más de cuarenta mil niños.

Las cifras dicen que son millones los niños explotados, secuestrados, prostituidos o asesinados, para quitarles lo único de valor que tienen según sus asesinos: sus órganos. Y luego, venderlos en quién sabe qué terrible y sucio mercado.

En fin, que las cifras nos dicen que en este mundo nuestro, cotidiano, en este mundo en el que amanecemos cada día, la mayor parte de nuestros niños son pobres, y la mayor parte de nuestros pobres son niños”.


Hijo del cerro
presagio de mala muerte,

niño silvestre
que acechando la acera viene y va.
Niño de nadie
que buscándose la vida
desluce la avenida
y le da mala fama a la ciudad.


Recién nacido
con la inocencia amputada
que en la manada
redime su pecado de existir.
Niño sin niño
indefenso y asustado
que aprende a fuerza de palos
como las bestias a sobrevivir.
Niño silvestre
lustrabotas y ratero
se vende a piezas o entero,
como onza de chocolate.
Ronda la calle
mientras el día la ronde
que por la noche se esconde
para que no le maten.
Y si la suerte
por llamarlo de algún modo,
ahuyenta al lobo,
y le alarga la vida un poco más.
Si el pegamento
no le pudre los pulmones,
si escapa de los matones,
si sobrevive al látigo, quizás
llegue hasta viejo
entre cárceles y “fierros”
sembrando el cerro
de más niños silvestres, al azar.
y cualquier noche
en un trabajo de limpieza
le vuele la cabeza
a alguno de ellos, sin pestañear.