Serrat: no va más

Juan Rodríguez de Tembleque

Qué se puede decir de bueno de Joan Manuel Serrat (“Mediterráneo”,“Canço de matinada”), que no se haya dicho ya. Serrat es lo más: entrañable, humilde, comedido, comprometido, amigable, vital, solidario, pura poesía y sabiduría popular, juventud y veteranía al mismo tiempo, la repera. Hasta creo que ha conseguido que le respeten sus enemigos sociopolíticos, incluso los mangantes y embaucadores a los que tiene a raya.
Es la referencia de muchos de nosotros y el principio de casi todo, pero al contrario que los Beatles (“Yesterday”“Twist and shout”) o Bob Dylan(“Girl from the north country”“Mr. Tambourine”) nunca ha decepcionado, sino que ha sabido evolucionar en todas sus facetas manteniendo su coherencia y su sello personal sin bajar la guardia en ninguna de ellas. Ni su nivel creativo, siempre dispuesto a sorprendernos con alguna pirueta más difícil todavía o con nuevas y bellas canciones que se saca de su vieja chistera cuando menos te lo esperas. En verdad le digo que bienaventurados somos también quienes le escuchamos y seguimos desde hace ya algunas décadas. Y es que no se pueden decir las cosas, profundas o cotidianas, más claras y con un lenguaje poético, a la par que sencillo, como él las dice. Y dar la cara cuando las circunstancias lo exigen y su escala de valores se lo pide.
Yo, cuando joven y hasta bien entrado en años, quise ser Serrat, lo que no creo que sea nada original. Es la única persona a la que le he tenido envidia, naturalmente una envidia más-que-sana. Pero es que no sólo hacía poesía, sino que tocaba la guitarra y, además, el muy cochino, cantaba y ligaba, y todo a la vez, como si nada; y encima parecía, y al menos su obra y muchos hechos lo confirmaban, que era un tipo majo. Yo, también lo confieso, he soñado con Serrat (moi qui ne rêve plus souvent*, que diría Moustaki). Y soñaba y a veces aún sueño que me lo encontraba en alguna parte y de una forma natural trabábamos amistad, y un servidor, cual si se tratara de un rey mago, no daba crédito. Pero es que, por encima de todo, decir Serrat es decir amistad, complicidad. Son tantos años compartiendo historias tan bien contadas, tan bien cantadas y acompasadas, que, a veces, no hago otra cosa que tararear sus canciones*.