Canto a la Tierra; L' Olivera (El olivo)


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L'OLIVERA

Serrat ha gustado siempre de poner énfasis en la naturaleza amenazada. Hay una vez más un sutil juego de descripciones y una mirada vibrante que sabe captar la esencia del paisaje que retrata. Este olivo es un superviviente en medio de la amenaza del hombre. La naturaleza aprisionada por la crueldad humana.

En "L'olivera", por tanto, está presente el Serrat defensor de la naturaleza, reivindicador del paisaje, incansable caminante que evoca o exalta y que en ocasiones denuncia y combate el entorno que ve y le inspira. En el anterior disco este discurso ecológico apenas era perceptible. Aquél era un disco más anclado al paisaje barcelonés, a la memoria sentimental de su ciudad. En esta ocasión vemos a un Serrat más agrario, más rural, que contempla el paisaje y lo canta.

Esta reivindicación de la naturaleza que tanto explica la obra de autores como Antonio Machado o Azorín tiene escasos ejemplos en la canción de autor. Digamos que es una seña de identidad de Serrat. Así lo seguirá siendo durante los años venideros, si bien en las décadas de los 80 y 90, Serrat aparece con un mayor componente ético jugando el entorno urbano y social, una importancia mayor que la mirada evasiva hacia la naturaleza. Aún así temas como "Plany al mar" o "El hombre y el agua" seguirán insistiendo en ese discurso con una coherencia y cohesión admirables.

L'OLIVERA

Pel pujol
on surt el sol
cada matí de primavera
desafiant
grop i llevant,
hi trobareu una olivera.
Ja fa molts anys
els seus afanys
amb ella un home va fer créixer.
Diu que eren cent
arbres al vent
l'orgull d'aquell que els va fer néixer.
«Senyor, no en té
i cap jornaler
s'acosta a esporgar el seu ramatge».
Sola, va fent
de vent a vent
feliç de ser lliure i salvatge.
No li fa por
si a la tardor
una gelada la despulla,
i sempre en té prou
amb el que plou
per netejar les seves fulles.
Sempre és allí...
a la vora del camí
oferint-vus la seva ombra.
Ho dóna tot
a tothom, què més es pot
demanar a una vella soca.
Quan neix un fruit
és tan petit
qué ni els ocells gosen picar-lo.
Pensant, potser
que és el darrer,
el darrer fruit i cal mimar-lo.
Ells cada estiu
fan el seu niu
al damunt de qualsevol branca.
I l'arbre vell
sent així amb ell
néixer la vida d'una branca.
I així va fent
de vent a vent
esperant que qualsevol tarda
algú vindrà,
la tallarà
i a bocins anirà cremant-la.
Pel pujol
on surt el sol
cada matí de primavera
desafiant
grop i llevant,
es va morir una olivera.

EL OLIVO

Por el montículo
donde sale el sol
cada mañana de primavera
desafiando
ráfagas y levante,
encontraréis un olivo.
Ya hace muchos años
que el único afán
de un hombre era hacerlo crecer.
Dice que eran cien
árboles al viento
el orgullo de aquél que los hizo nacer.
«Señor no tiene
y ningún jornalero
se acerca a podar su ramaje».
Sólo, va viviendo
de viento en viento
feliz de ser libre y salvaje.
Ya no tiene miedo
si en el otoño
una helada lo desnuda,
y siempre tiene suficiente
con lo que llueve
para limpiar sus hojas.
Siempre está allí...
cerca del camino
ofreciéndonos su sombra.
Todo lo da
a todo el mundo, ¡qué más se puede
pedir a un viejo tronco!
Cuando nace un fruto
es tan pequeño
que ni los pájaros se atreven a picotearlo.
Pensando, quizás
que es el último,
el último fruto y hay que mimarlo.
Ellos cada verano
hacen su nido
encima de cualquier rama.
Y el viejo árbol
siente así con él
nacer la vida en una rama.
Y así va creciendo
de viento en viento
esperando que cualquier tarde
alguien vendrá,
lo talará
y a pedazos lo irá quemando.
Por el montículo
donde sale el sol
cada mañana de primavera
desafiando
ráfagas y levante,
se va muriendo un olivo.