Antes que nada, Joan Manuel Serrat es un hombre
modesto, amable, y adecuadamente dispuesto a responder preguntas que no
siempre son afortunadas. Si tuviera que resaltar algo sería quizás en
relación con su postura ante la vida, algo en correspondencia con su
coherencia de comportamiento en situaciones que le han obligado a
renunciar a muchas cosas, pero también a conseguir otras.
-Soy un hombre muy práctico gracias a mi instinto
-nos dice Serrat-. Me muevo más por el corazón que por el cerebro,
¡seguro! Yo estudié el bachillerato en la Universidad Laboral de
Tarragona, y luego Ingeniería Agrícola en Barcelona, pero no ejerce pues
me he dedicado exclusivamente a mi música.
-¿Cómo se definiría a sí mismo?
-Como un hombre que busca relatar historias a través
de la música. Hago música para cantar historias lo más colectivas
posibles. Soy partidario de la utopía, en el sentido de que creo que
ningún modelo político actual corresponde a la perspectiva que de las
necesidades tiene el mundo. Aún así, soy militante activo del Partido
Socialista de Cataluña, porque creo que es lo que más se acerca a mi
idea de un sistema social sin dogmatismos, y porque creo que el gobierno
socialista ha tenido mas aciertos que errores.
Cuando Antonio Machado, el hasta entonces semicallado
poeta sevillano encuentra en Serrat la expresión musical que lo haría
popular, en el año 1969, el cantante se internacionaliza y consagra una
de las afirmaciones más contundentes de las posibilidades de la música
popular: desmiente la escisión entre culturas elitista y popular,
demostrando una vez más que el arte no es patrimonio de ciertas clases
sociales, sino de todos. Sin embargo, Serrat es rechazado por algunos
sectores ante su tenaz posición crítica, como cuando abiertamente se
opuso a la confirmación de la pena de muerte para diversos activistas de
su país.
-Soy un hombre que no finge, que no odia, no aprendí a
hacerlo; en verdad sólo exteriorizo lo que siento cuando canto, y en mi
vida no siempre he podido cantar donde he querido sino donde me dejan.
-¿Qué lo indujo a musicalizar al poeta Machado?
-Fue una consecuencia de mi profunda comunión con su
poesía, con su imagen de maestro de escuela que nos ha dejado. A través
de sus poemas descubrí la magia maravillosa de hacer sencillas las cosas
más difíciles y, al mismo tiempo, tomar las cosas más sencillas y
darles una dimensión.
“Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques
se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar:
¡caminante no hay camino,
se hace camino al andar
golpe a golpe, verso a verso!”
-Fue un trabajo difícil -nos dice Serrat-, porque
musicalizar un poema es como poner música a la música que trae la
palabra de Machado; fue difícil más que nada por las inseguridades que
yo mismo tenía. Sin embargo, fue un trabajo acertado pues ayudó a
descubrir a un poeta que había estado en el ostracismo durantes tantos
años, silenciado; es que un cantante popular puede convertirse en
vehículo para descubrir a un poeta de la importancia de Machado, así
estábamos entonces en España.
Ahora, he descubierto a la poesía más que
en los libros, en la calle; he descubierto que un poema no lo hace un
hombre, aquél que llaman poeta, sino que un poema lo hace la gente, lo
cotidiano, y luego hay alguien que lo ordena”.
-¿Qué no le gusta a Serrat?
-No me importa la gloria, te lo prometo, si para ir
de su brazo se ha de sufrir; ni el más allá, con todo respeto, mientras
me dejen seguir aquí; ni enseñar el culo cuando el guión lo exija; ni
dar la cara aunque deje cicatriz; ni la muerte, si no corre prisa; ni
cambiar para ser más feliz.
Joan Manuel Serrat conoce su negocio. Sin figurar
como una superestrella a la manera de Julio Iglesias, sin tener que
defender su canto ideológicamente como Silvio Rodríguez o a brazo
partido como lo hizo Víctor Jara, Serrat ha cuidado a su manera a un
público, ya acostumbrado a recibir un disco suyo cada dos años, y
ganándose a los jóvenes que se sientan a escuchar sus letras.
Su música ha evolucionado con su pensamiento; dejó
atrás el pelo largo y la barba, su aspecto es el de un hombre joven de
cuarenta y tantos, padre de familia, que ha madurado su música con
cierta dosis de ironía que no suena mal, muy por el contrario. Nos
dice:-Bienaventurados los castos porque tienen la gracia divina y la
ocasión de dejar de serlo a la vuelta de la esquina; bienaventurados los
que aman porque tienen a su alcance más del cincuenta por ciento de un
gran romance; bienaventurados los que tienen claro porqué es de ellos el
reino de los ciegos…”Del trovador de Provenza a nuestro trovador
actual, distan siglos de una herencia poético-musical enmarcada por cada
época y con un sello específico, el que le ha tocado vivir, y a su
manera lo ha transmitido convitiéndose en un acontecimiento artístico y
cultural; herencia trovadoresca que se manifestó plenamente en el
surgimiento de la Nueva Canción Catalana, que incorporó la canción de
lucha ideológica al repertorio habitual de la canción urbana, que había
nacido en Barcelona, y en cuyo contexto Serrat es el artista por
excelencia, con su música tan accesible que le creó una base
auténticamente popular. Por eso su canto es sencillo, porque no tiene
que decir más que lo que dicen los demás, porque la poesía, al decir de
Lorca, “es algo que anda por la calle”.
-Nací en Poble Sec -Pueblo Seco-, barrio popular de
Barcelona, situado entre el Paralelo y Mont Juich, y hablo como los
chicos de mi barrio. Mi padre, catalán, era obrero; mi madre era una
campesina aragonesa, de Belchite. Nací en una clínica de Barcelona; mi
madre dice que la pasó muy mal, pues mi cabeza era bastante grande y
arrojé un peso de cinco kilos. Crucé por la niñez imitando a mi hermano,
descerrajando el viento y apedreando al sol. Mi madre crió canas
pespuntando pijamas, mi padre se hizo viejo sin verse en el espejo, y mi
hermano se fue de casa por primera vez. Luego de estudiar en Tarragona
regresé a Barcelona en 1960, acababa de cumplir 16 años y decidí
matricularme en la Escuela de Peritos Agrícolas. Tal como estaba mi
familia y mi país, yo era un chico privilegiado al poder estudiar.
Siempre lo hice con becas, y haciéndome la idea de que debía
aprovecharlas. Fui buen estudiante, saqué curso con buena nota y acabé
el Peritaje Agrícola.
-¿Se opuso su familia cuando decidió dejar todo por la música?
-No se opusieron porque vieron que yo había
descubierto algo que me interesaba más que nada en la vida, aunque
aprobaron mi decisión más por cariño que por convencimiento. Yo había
reflexionado mucho, y llegué a la conclusión de que el trabajo y la
canción son dos mundos en sí completamente distintos, pero se trata
igual de un oficio. Siempre he tenido la convicción de que el único
hombre que triunfa en su trabajo es el auténtico profesional, el que
pone toda su energía en lo que realiza, sea lo que sea; en tanto que el
amateur todo lo que puede llegar a ser, es a perfecto amargado”.
Es característica en la temática que aborda Serrat
una franca inclinación al humanismo, y quizás es lo que lo ha preservado
como artista y lo proyectará más allá de nosotros, pues si bien está
comprometido con el proletariado, del cual salió “orgullosamente
humilde”, más bien su música es para todo aquél que hable nuestro
idioma. Quizás su excesivo celo al expresarse acerca de algunas ideas o
acontecimientos históricos de nuestros países latinoamericanos, le ha
acercado a varios públicos, pues la imagen que Serrat se ha creado entre
los seguidores de su música en los países latinos, está asociada a los
hechos de 1968, Tlaltelolco, Barcelona, el gobierno de Salvador Allende,
a los que se leían en Lukács, Brecht, Gramsci, el Che Guevara y los
asilados de tanto “ismo”…La música que hace Serrat no es sólo la de su
íntima creación, si no también la motivada por la poesía de escritores
como Miguel Hernández, a quien pone música e interpreta, observando
alrededor suyo cuando canta, emocionándose y sufriendo como propio lo
que otro escribió:
“Para la libertad sangro, lucho, pervivo
para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad, siento más corazones
que arenas en mi pecho;
dan espumas mis venas
y entro en los hospitales, y entro en
los algodones como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas
crezcan en la carne tallada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en
cada herida, porque soy como el árbol tallado, que retoña,
aún tengo la vida, aún tengo la vida…”
Exiliado por el general Franco, Serrat vivió en
México en 1975, pero su aventura latinoamericana había comenzado cinco
años antes, cuando hizo su primera gira, luego visitará con frecuencia
toda América, donde mantiene hasta ahora un público fiel:
“Para mí no son países que he visitado, no es
algo que vi de paso, no, es algo que está en mí; también soy parte de
latinoamérica”.
.-¿Qué ha conservado Serrat desde sus inicios?
-Conservo una cierta certeza, la certidumbre de que
mucho de todo ésto es eventual, que en cierta medida es efímero. Y este
convencimiento me mueve a sentirme permanentemente sorprendido, y
agradecido por todo lo que me ha sucedido. Porque el que la gente
quisiera escucharme desde un principio, y me animase tanto para
continuar, me ha permitido vivir una serie de acontecimientos de todos
colores por los que no puedo más que dar las gracias”.
Maravillándose ante un mundo en constante cambio,
escribiría sus primeras canciones dotadas no sólo de espíritu poético,
sino además inflamadas de crítica, que cada vez más, se irán clocando
por encima de intereses y apuntando al sano, auténtico compromiso con el
hombre como hombre mismo:
“Cosas que uno anda cantando
y nos pilló la noche conversando
de atardeceres y soledades,
de andar y andar buscando verdades
para encontrar siempre otra pregunta,
ir y venir y no llegar nunca…”
.-Quien es capaz de escribir algo es porque aprende
de otros, y yo estoy continuamente aprendiendo de todos aquellos que me
emocionan -afirma Serrat-. Todo lo que hay alrededor nuestro es
importante, y si a alguno no le parece así, le pediría un minuto de
reflexión. Cada una de las cosas que tiene a su alrededor significa o
significaron algo, o se espera que lleguen a hacerlo. Por eso uno,
muchas veces, abriendo cajones, hurgando buhardillas, encuentra pequeñas
cosas que le dan vuelta el corazón, que hacen que el cerebro camine por
otro rumbo diferente al que tenía unos segudos atrás. Para mí son muy
importantes esas pequeñas cosas, porque sólo a través de ellas he podido
hacer una gran cosa, o hemos podido hacer grandes cosas las personas,
como enamorarse, por ejemplo. Creo que todos los sentimientos pasan por
el amor o el desamor o por ambos al mismo tiempo, aunque generalmente no
se expresa el amor en la medida en que somos capaces de sentirlo, y que
abarca cualquiera de las cosas que a uno lo rodean, así es de total,
está en todo, incluso en ese maniquí que sonríe detrás de un escaparate:
“De una pedrada me cargué el cristal y corrí, corrí con ella hasta mi portal,
todo su cuerpo me tembló en los brazos,
nos sonreía la luna de marzo.
Bajo la lluvia bailamos un vals,
un dos tres, un dos tres, todo daba igual,
y yo le hablaba de nuestro futuro
y ella lloraba en silencio, os lo juro…”
Anti intelectual, introvertido, Serrat con su música
ha hurgado en pequeñas soledades que universaliza: la mujer confinada a
un solo hombre, a un inevitable paisaje, a una indestructible rutina
(Penélope con su bolso de piel marrón, sentada en la estación); la
muchacha sujeta y limitada por temerosos amores paternos; la amistad
perdida (Decir amigo, se me figura que decir amigo es decir ternura); la
muerte:
“Cuando me vaya
me iré despacio un amanecer
que el sol vendrá a buscarme temprano
me iré desnudo como llegué,
lo que me diste cabe en mi mano.
Mientras tú duermes deshilaré
en tuyo y mío lo que fue nuestro
y a golpes de uña en la pared
dejaré escrito mi último verso…”
-Yo creo que es una cabronada esto de morir, y ser
inmortal para nada me molestaría. Ha sido la muerte un tema recurrido en
mis canciones, pero como una forma de decir que la vida es maravillosa,
y que los sentidos hay que utilizarlos constantemente y lo más a tope
que se pueda.
-¿Cómo se ubica en relación a otros cantantes hispanoamericanos que cultivan un estilo similar al suyo?
-Cada uno de ellos tiene su forma de decir, pero
nunca aisladamente, ya que nada es aislado; creo que nadie es algo por
sí mismo, sino por la gente que ha tenido al lado, por lo que ha vivido,
por los caminos que ha seguido, por los fracasos y las experiencias
sufridas, aunque he leído que la experiencia es como un peine que te dan
cuando has quedado calvo…pero creo bastante en ella, porque mi vida ha
sido según por dónde han ido las circunstancias que me rodean, y ellas
me han enseñado cosas, me han civilizado, me han hecho coherente con las
cosas que suceden a mi alrededor, y sobretodo me han hecho solidario.
-¿Ha sido muy distinta su vida a cómo usted la imaginó?
-Sí. Mi vida actual es muy diferente a la que yo
podría pensar cuando tenía 19 años. En la canción me inicié por puro
accidente, cuando empecé a tocar la guitarra, luego empecé a escribir
algunas cosas que a nadie le interesaban, así es que comencé a cantarlas
yo mismo, como se puede cantar cualquier cosa, y mis amigos comenzaron a
animarme para que intentara grabarlas. Uno de los compañeros del grupo
“Los Atila” me llevó a Edigsa (su casa grabadora en Cataluña), en donde
grabé mi primer disco que incluía cuatro canciones en catalán: “La
muerte del abuelo”, “Una guitarra”, “Ella me deja” y “El pañuelo”; el
disco apenas se vendió. El segundo disco que grabé fue con dos
canciones: “”La tía soltera” y “Ahora que tengo veinte años”, y pegué un
garrotazo en forma inesperada; a partir de ahí todo fue una serie de
acontecimientos que, en todo caso, han sido mucho mejores de lo que
soñaba en mi juventud.
-¿Cómo ve su futuro Serrat?
-No me lo he planteado; normalmente voy haciendo las
cosas simplemente, voy creando mi música en la medida en que me voy
sintiendo a gusto. Nunca he sido un hombre de grandes metas ni he
intentado buscar un objetivo concreto. Sólo deseo andar dinámicamente
por la vida, andar dinámicamente y no perder el ritmo que me permita
decir que soy un hombre de convicciones, y además fiel a ellas”.