Canta Serrat
Versiones:
Letra y Música de J.M. Serrat
Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra.
Sólo el olvido...
camina lento bordeando la cañada
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.
El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres...
Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.
De la siega a la siembra
se vive en la taberna.
Las comadres murmuran
su historia en el umbral
de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que, noche a noche, forjaron en su mente.
Fuerte pa' ser su señor.
Tierno para el amor...
Ellas sueñan con él,
y él con irse muy lejos
de su pueblo. Y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir,
quieren morirse al sol.
La boca abierta al calor, como lagartos.
Medio ocultos tras un sombrero de esparto.
Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo.
Sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna.
Tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar
es mejor frente al mar.
Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí...
Pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.
En sus dos primeros versos, y permitid que los llame versos, y no estrofas, porque Serrat escribe poesía (y después la canta), nos describe un pueblo, y con tan pocas palabras hace que casi podamos sentir el olor del polvo seco que flota en el aire.
En unas líneas nos transporta al paisaje yermo y desalentador de un pueblo de interior olvidado en algún momento del tiempo.
Los cuatro siguientes versos van destinados a una visión omnisciente de sus personajes y del penar del paso del tiempo por ellos, se ven unos a otros envejecer sin más aliento que el repetir los días uno tras otro. Tal vez lo único que florece es la esperanza de partir hacia un futuro lejos le esas tierras enfermas de soledad y olvidadas.
Pero para los mayores la única espera, es la morir en paz. En los dos últimos versos, el poeta, alienta casi con alegría a abandonar un lugar ya muerto, olvidado y emprender una nueva vida buscando mejor fortuna.
Lástima que para él ya sea demasiado tarde y su cautiverio sea eterno.
Me sorprende también de una manera casi angustiosa el paralelismo que establece con la muerte continuamente, “Colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco”, “no crece una flor ni trashuma un pastor”, “mi pueblo después vio morir a los tres”. Si nos fijamos bien no hay ningún verso en el que la muerte no esté presente. Al final nos habla abiertamente de su cementerio, desde donde él ve su pueblo, desde donde ve la degradación de los suyos y siente lástima por no poder tener el coraje de alzar el vuelo.
Immaculada Gonzalez Estelle (IOC)