Viva Joan Manuel Serrat.2011

Ángel-Antonio Herrera

Me gusta abrir aquí el año con un nombre en pie de talento, Joan Manuel Serrat. Resulta que Serrat ha cumplido 67 tacos, y así tenemos excusa para darle homenaje, aunque para celebrar a un tipo como él no hacen falta excusas, la verdad.

Ha ensanchado las calles con el verso cantado. Le ha ganado el pulso a la canallada del cáncer, bajo un silencio que es ejemplo y es distinción. Serrat se mueve entre el silencio para lo privado y el clamor de un cancionero donde “le tiembla el corazón en la garganta”, citando a otro pájaro de los más altos y mejores firmamentos, Joaquín Sabina. Un tío que casi palmó, y no se le nota, es mucho tío.

Serrat es un cabal de ir en mangas de camisa por la vida. Pero su sastrería íntima, y la del artista, que a menudo viene a ser lo mismo, es un paño de oro.

Alguna vez arriesgó que no hay nada mejor para un catalán que triunfar en Madrid. Le escuchan con gozo Felipe González y Esperanza Aguirre.

He estado en sus conciertos y les encoge el alma a los de su generación, a los del botellón y a los que vengan. Un tipo que ha inventado Mediterráneo es un clásico, sí, pero un clásico joven, porque Mediterráneo lo pones de arranque o cierre de un concierto de los Rolling y se monta la apoteosis.

No tiene escuela, porque imitarle es naufragar, pero a la canción con buena letra llegan todos de su mano, más o menos, desde Ismael Serrano a Jorge Drexler. Ramoncín, cuando era punky, siempre ponía al Nano de puta madre. Las generaciones recientes le dicen amén.

Es un maestro de lo suyo, pero sin escuela, porque su escuela empieza y acaba en él mismo. Estamos ante un elegante de espíritu, por decirlo un poco cursi, y su indumentaria es la música, que trae un largo fondo de armario que nunca pasa de moda.

Puso melodía de alivio a muchos abismos de nuestras vidas. Nos acompañó con su mensaje en las libertades de la juventud, y en la juventud de la libertad. Comenzó cantando porque así se les podía tocar mejor el culo a las muchachas más o menos líricas. Hoy es un forajido de la emoción que llena teatros con grada de todas las generaciones.

Les salta las lágrimas a las castizas de Lavapiés. Yo lo he visto. “Viva la madre que te parió”, le soltaban en grito alegre el día de su coronación de birrete en el Paraninfo de la Universidad Complutense, en Madrid.

Se lo soltaban a un doctor honoris causa. A un doctor que ya lo era. Suscribo fieramente lo de Sabina: “Yo de joven quisiera ser como él”.

Interviu 2011