Historia de Mediterráneo
La canción Mediterráneo es sin duda la canción mas importante en la carrera de Serrat, y para la mayoria de sus admiradores y músicos de todo el mundo la mejor.
Su letra tiene la virtud de ser a la vez himno de libertad y afirmación personal, reconocimiento de sus origenes y ansia de universalidad. Sin duda alguna las musas le hicieron el mejor regalo al Nano.
Joan Manuel la compuso cuando tenia solo 26 años. En un principio su titulo era Amo el mar, luego Hijo del Mediterráneo, y definitivamente lo simplifico tal y como la conocempos.
Sobre el álbum que incluye esta canción y le da titulo nos dice el propio Serrat:
Son un puñado de canciones que se escribieron entre agosto y noviembre de 1971 en Calella de Palafrugell (Gerona), Fuenterrabía (Guipúzcoa) y Cala d’Or (Mallorca). Siempre junto al mar.
Mediterráneo fue escrita en el desaparecido Hotel Batlle, en la Costa Brava, a pocos metros del mar y frente a la ventana desde donde lo contemplaba. No podía haber mejor lugar para la inspiración.
A pesar de todas las circustancias adversas; prohibiciones y inaccesibilidad en los medios para Serrat en esa época, Mediterráne estuvo en la lista de los discos más vendidos durante un año.
Se grabó en solo cinco días en los estudios Fonit-Cetra de Milán, el mejor estudio de la discogrática Zafiro.
La dirección musical estuvo a cargo de Gianpiero Reverberi y Juan Carlos Calderón. Calderon estaba en una etapa muy creativa en sus trabajos de encargo y en los propios y en esta canción ensalló efectos y ritmos que gustaron tanto que se incorporaron en otros temas de Calderón.
En 2004 la canción fue elegida por votación popular como la mejor canción de la historia de la música popular en España en el programa de Televisión Española Nuestra mejor canción.
En 2006, la revista Rolling Stone encuesto a 156 músicos españoles y latinoamericanos que la votarón como la mejor canción pop de todos los tiempos.
Aunque casi todos creen que es y será su “Gioconda”· él no lo ve asi:·“Tendrá el agua cuando la bendicen, pero si yo tuviera que elegir una canción elegiría otra”.
Joan Baeza
Entre agosto y noviembre de 1971 Joan Manuel Serrat escribió las canciones de su cuarto álbum en castellano, Mediterráneo, en lugares como Calella de Palafrugell (Girona), Fuenterrabía (Guipuzcoa) y Cala d’Or (Mallorca), “siempre junto al mar”, como explicaría después. El mar, como símbolo de libertad y, a la vez, como hogar, también aparece en la portada, tras un apuesto Serrat con trazas de rock star retratado por Colita, una de las principales fotógrafas de la gauche divine barcelonesa con la que se codeaba el cantautor.
Era una época complicada en la vida de Serrat, que sólo un año antes había desafiado al régimen franquista encerrándose con un grupo de intelectuales en el monasterio de Montserrat, en protesta por la condena a muerte de varios etarras en el Proceso de Burgos. Mediterráneo, sin albergar canciones explícitamente políticas, supuso otro desafío al statu quo por sus inequívocos aires de libertad, pero su enorme popularidad (un año en el top 10 de los más vendidos) hizo intocable a su intérprete.
Mediterráneo se registró en los estudios Fonit-Cetra de Milán, adonde el sello Zafiro mandaba a sus estrellas (Los Brincos, por ejemplo). “Yo creo que íbamos a Milán por una cuestión de blanqueo de dinero de Zafiro. A ellos les convenía”, comentó Serrat a Rolling Stone: “Digo creo: no quiero un proceso por calumnias. Parecía entonces que todo lo de fuera era mejor, cuando la mayor parte era humo”. El cantante no se pudo permitir muchas distracciones en Milán, pues las grabaciones de aquellos tiempos se limitaban a unos pocos días: “Había que hacer todo en cinco días, grabar las bases, las cuerdas, la voz y mezclar. Se contrataba el estudio sólo por una semana”.
Cuenta Calderón que ideó un complicado ritmo para la base, un seis por cuatro, “e inventé una base muy interesante con batería, percusión y bajo que no se había hecho hasta entonces. Ese arreglo me costó muchísimo, pero soy un hombre de retos. El ritmo de Mediterráneo ha sido patrón para otros después”. Otra de las canciones de las que el director musical guarda recuerdo -aunque no muy bueno- es la deliciosa La mujer que yo quiero, pues escribir sus arreglos fue poco menos que una odisea: “Estuve toda la noche antes de ir a grabar a Italia pasando los arreglos al papel con el copista y tomando unas copas, pero La mujer que yo quiero no la tenía hecha, y la terminé como pude, borracho y estresado, a las 7.30 de la mañana, poco antes de que saliera el avión”.
Aquí está Serrat cantando La mujer que yo quiero en Cuba en 1973. El sonido es malo, pero se aprecian unos arreglos preciosos de flauta y de piano.
El maestro Reverberi, el otro director y arreglista, puede ser un equivalente a Juan Carlos Calderón en Italia: trabajó en los 60 y 70 con figuras como Lucio Battisti o Gino Paoli, y en los 80 triunfó modernizando música barroca con el nombre de Rondò Veneziano. Compositor junto a su hermano de bandas sonoras, hace cinco o seis años debió de recibir una inesperada inyección de royalties gracias al sampleo por parte de Gnarls Barkley de un tema de El clan de los ahorcados, un spaghetti-western con Terence Hill, para el megaéxito Crazy (compara Crazy con el tema Nel cimitero di Tucson). Reverberi, que colaboró en otros álbumes con Joan Manuel Serrat, no tiene recuerdos concretos de Mediterráneo, pero sí se acuerda de grabar con el catalán en los Fonit-Cetra, “unos estudios buenos porque podías registrar a la orquesta completa, todos juntos. No hacíamos sesiones muy largas: 10 o 12 horas por día para plasmar cuatro canciones, más o menos”.
Hoy, 41 años después, la canción que da título al trabajo hecho en ese vetusto edificio milanés ha alcanzado la categoría de himno extraoficial español, presente en todas las encuestas con ánimo de resumen histórico. Pero no es la única gran canción del disco, por supuesto. Entre ella y La mujer que yo quiero está, por ejemplo, Aquellas pequeñas cosas, una breve joya de enorme belleza nostálgica y capacidad evocadora. Recuerda: Serrat no había llegado entonces a los 30 años, alucina esa capacidad para reflejar la nostalgia.
Darío Manrique