Amigos Serrateanos, quiero contarles, que el discurso de condecoración a Serrat, lo escribió el ex canciller Rafael Bielsa con la HISTORIA DE MI HIJA MARCELA que se recuperaba en Cuba, Bielsa tubo la deferencia de mandarme el texto, que aún conservo, muchos no entendieron la belleza de las palabras del canciller y se trataba nada, nada más ni nada menos, del poder de la música de Serrat en su recuperación.
Todo no termina ahí, cuando vino a Mendoza me llamo por teléfono, y lo real no podía creer cuando me dijo Luis si quien habla Juan Manuel, cuál?
SERRAT me dijo y no pude, lloré de la emoción. Y todo eso fue una charla de lo mas humana inolvidable.
DISCURSO CANCILLER RAFAEL BIELSA EN CONDECORACIÓN A JOAN MANUEL SERRAT
Lunes 01 de Marzo de 2004
Información para la Prensa N°: 81/2004
“Tenemos el arte” escribió Nietzsche,“para no morir de la verdad”. es que a veces, la verdad es tan intolerable, que sólo el arte redime de las úlceras
de su luz.
Tomó las llaves del auto y emprendió el camino de regreso a casa, sin amuletos para entretener a los caprichos del azar.
En una ruta, trece años antes, en 1989, su padre había muerto en un accidente automovilístico volviendo desde San Juan hacia Mendoza.
Eran las nueve de la mañana de un sábado 22 de junio de 2002, que recién acometía al invierno. Marcela volvía del hospital en el que se encontraba
internada su madre, cursando un postoperatorio, dos días después de haber sido intervenida quirúrgicamente.
Conducía un pequeño automóvil azul, como el cielo de aquella mañana, cuando un auto la embistió por detrás, de acuerdo al informe pericial.
Marcela estudiaba abogacía y militaba en favor de los derechos humanos.
Había sido una de las fundadoras del movimiento amplio de trabajo estudiantil en la facultad de derecho de Mendoza.
Junto a otras organizaciones había desarrollado encuentros con los padres del joven Sebastián Bordón, asesinado por la policía provincial, así como marchas junto al padre Farinello y charlas en la facultad de derecho, buscando esclarecer aquella muerte.
En la cassettera del auto que conducía Marcela estaba puesto “en tránsito”, de Joan Manuel Serrat.
“El arte es inútil, pero el hombre es incapaz de prescindir de lo inútil”, dijo Ionesco. Con el debido respeto, es posible que el hombre no sea capaz de prescindir de lo inútil, pero el arte no lo es.
Dos meses y veinte días de terapia intensiva fue el primer importe que el accidente le cobró a Marcela. Pero no fue el último. El uso del respirador artificial le produjo una fístula en la tráquea y el esófago que fue descubierta por los médicos recién 9 meses después. Cuando la operaron pesaba 32 kilos, respecto de su peso normal de 56. La invalidez física, una “hemiparecia derecha” que le impedía mover partes de su cuerpo, se complicó con una osteoartritis con calcificación de las partes blandas, a lo que debía añadirse la disminución neurológica.
Su madre, Luisa Kühne, dice que perdió su
memoria inmediata, pero que recuerda la niñez, algunos amigos, las canciones preferidas, como “aquellas pequeñas cosas”.
Durante el 2003 Marcela viajó a cuba.Los médicos veían como única salida la rehabilitación en una institución pionera dentro del universo científico, en la cual a partir del enfoque contemporáneo de las neurociencias, se abordara la recuperación del sistema nervioso lesionado. Se requería una atención integral, y un tratamiento a lo largo de toda la jornada durante interminables meses, cayéndose y volviéndose a levantar.
Después de tres operaciones Marcela ya camina sola, no depende de la silla de ruedas y antes de viajar a la Isla eso era un sueño imposible. Su madre dice que el sueño se hizo realidad gracias a la generosa prestación de los médicos cubanos, de gran calidez humana.
Debo decir, añade, que hoy mi hija es una mujer con un sueño a corto plazo, que es recuperar la memoria inmediata. El día en que Marcela caminó por primera vez, todos en el gimnasio del Ciren la aplaudieron al verla entrar allí.
Cuando los ejercicios la hacen sufrir, se consuela cantando “los locos bajitos”, y los médicos corean la canción junto con ella. Es bellamente curioso escuchar esos amorosos acordes mecidos por los ritmos afrocubanos que le añaden los médicos, con sus voces de fagot y violoncello. Marcela recupera su cuerpo, su memoria y sus sentimientos día tras día. El sicólogo le ha dicho a Luisa que cuando “despierte”, el momento va a ser doloroso. Caerá en la cuenta de que ya tiene otra edad, que sucedieron cosas a lo largo de ese tiempo, que poco se parece a lo que era. Pero cuando tome la decisión de terminar su carrera de derecho, cuando sienta la necesidad de continuar con su vida afectiva, tendrá a la mano, otra vez lo mismo que tantas a lo largo de su vida, alguna canción de Serrat a la que aferrarse para continuar con el camino. “Tenemos el arte” escribió Nietzsche, “para no morir de la verdad”.
Pero, por suerte: “de vez en cuando la vida / nos besa en la boca / y a colores se despliega / como un atlas, / nos pasea por las calles en volantas, / y nos sentimos en buenas manos; / se hace de nuestra medida, / toma nuestro paso / y saca un conejo de la vieja chistera / y uno es feliz como un niño / cuando sale de la escuela”.
Buenos Aires, 1 de marzo de 2004