Narración de esta carta
Querido Amigo:
Fue un sábado “circular” año 1969. Nos presentó Pipo Mancera, vos cantabas Tu nombre me sabe a hierba, como para empezar a conocernos. ¡Cuánto carisma y cuánta juventud en bandolera para atraer por tres minutos la atención de una nena de 10 años!
Digo nos conocimos, porque a través de estos años tengo la seguridad de conocerte y la fuerte sospecha de que me conocés, y no sólo eso, sino que tema a tema tratás de agradarme. ¡Lográndolo!
En abril de 1974, llegué a Buenos Aires desde Montevideo, y al poco tiempo llegaste vos. Mi padre que no podía pagar la entrada para que te viera, para consolarme me dijo: “el año próximo lo ves” y … en vez de venir vos, vinieron esos señores con los que vos y yo tenemos algo personal.
Como verás, la dictadura demoró nuestro encuentro, pero se produjo tiempo después, con vos diciendo: … como decíamos ayer.
Has estado siempre.
Cuando mis padres no me dejaban llegar tarde, vos me hacías pata con Poco antes de que den las diez, y presumo que pronto mi hija usará ese argumento.
Tu canción Señora fue para mi mamá, ahora es para mí.
Cuando supe que mi fecha probable de parto era el 30 de agosto, no tenía dudas de que era para mí De parto, y me emocionaba escuchando: … y en agosto de parto, pero… ¡claro! la muy independiente de mi hija nació en septiembre sólo para contrariarme.
Cuando decidí no ponerle de nombre Lucía, fue por temor a que lo mío con vos se ensuciara bajo el mote de fanatismo; creí que hacía bien, pero hoy ella que se llama Valeria me lo recrimina.
Cuando mi amiga Nelly salió de su operación de mamas, sin mamas y me dijo: ¡aún tengo la vida!
Cuando esa misma amiga, sabiendo que se moría, como cosa importante y nexo fuerte entre nosotras, me pidió que continuara con nuestro ritual: ir a verte a los recitales vestidas de gala. Y te cuento… lo hago por ella, por vos y por mí. Aplaudo, disfruto y me emociono por partida doble.
Cuando mi hija que hoy tiene 14 años de vida y de escuchar a Serrat, no duda en usarte en trabajos para el colegio. Te cuento que da gusto verla con sus compañeros debatiendo sobre tus canciones sobre la tolerancia, la ecología, el agua, etc. Tus canciones las usan de carátulas. ¡Te puedo asegurar que las ayudás!
Cuando llego a casa y la veo llorando y escuchando Qué va a ser de ti, -porque según ella tenés mucha razón-, es ahí donde siento un clic que me avisa que mientras yo trabajo ella crece.
Cuando usa como bandera A esos locos bajitos al menor intento mío de decidir por ella.
Cuando tomé como un premio hacia los montevideanos que le pusieras música a poemas de Don Mario Benedetti.
Cuando los 27 de diciembre brindamos por vos durante la cena.
Crecí con el legado de mis padres y con tus canciones como mojones, a los que podía y puedo recurrir cuando hay que sazonar la vida. Supe sola que no hay que confundir valor y precio, que un manjar puede ser cualquier bocado, que todo infortunio esconde alguna ventaja, que todos llevamos un viejo encima, y que sin utopías la vida sólo sería un ensayo para la muerte.
Creo que no cometiste omisiones. Todo lo que importa en esta vida lo contaste cantando. Es por eso que me une a vos el respeto y la confianza, -cosa rara y para valorar en estos días de falta de ética globalizada-. Don Eduardo Galeano dice del Che Guevara, que era un hombre que decía lo que pensaba y hacía lo que decía. Yo, Raquel, lo hago extensivo a vos. ¿Sabés por qué? Porque tengo la seguridad de que por vos no seré defraudada.
Bueno, el sol nos dice que llegó el final, sólo me queda agradecerte que sigas pasando en limpio y con música lo que yo pienso en borrador.
Hasta siempre.