Su niñez y el ambiente de la calle lo marcan profundamente, hasta tal punto que un gran número de sus canciones narran la cotidianidad de Cataluña tras la Guerra Civil (ejemplos son "La Carmeta", "La tieta" y "El drapaire" como personajes estereotipo de su barrio).
peludo, funámbulo y necio,
que me esperaba en los alambres del patio
a la vuelta del colegio.
y un ejército de botones
y un tren con vagones de lata
roto entre dos estaciones.
Tenía un cielo azul y un jardín de adoquines
Era un bello jinete
sobre mi patinete,
burlando cada esquina
como una golondrina,
sin nada que olvidar
porque ayer aprendí a volar,
perdiendo el tiempo de cara al mar.
que madre vistió de ternura,
y una almohada que hablaba y sabía
de mi ambición de ser cura.
que sólo trinaba su pena
oyendo algún viejo organillo
o mi radio de galena.
una acequia, un establo y unas ruinas al sol.
Al viento los ombligos,
volaban cuatro amigos,
picados de viruela
y huérfanos de escuela,
robando uva y maíz,
chupando caña y regaliz.
Creo que entonces yo era feliz.
y un ángel de la guarda amigo
y un "Paris-Hollywood" prestado y mugriento
escondido entre mis libros.
que abrió a la luna mis sentidos
jugando los juegos prohibidos
a la sombra de una higuera.
Descerrajando el viento y apedreando al sol.
Mi madre crió canas
pespunteando pijamas,
mi padre se hizo viejo
sin mirarse al espejo,
y mi hermano se fue
de casa, por primera vez.