Entrevista en el Semanario “Magazine”
Texto de Lluís Bonet Mojica
«América forma parte de mí y yo formo parte de América»
Él suele definirla como una “historia de amor correspondida”.
Empezó 30 años atrás, cuando Joan Manuel Serrat emprendió una primera gira latinoamericana de cinco meses. Por entonces arrastraba su Mayo del 68 particular. Estaba vetado en la única televisión española existente, la oficial, porque aquel año emblemático se había negado a representar a España en Eurovisión, si no era cantando en catalán. Tiempos de censura y silencios, Serrat “sólo” existía entre el público y las listas de éxitos, que encabezaba con “Dedicado a Antonio Machado, Poeta”.
Nacía su idilio con América, el descubrimiento de otras sensibilidades, también de sufrimientos, de dictaduras militares que terminarían desmoronándose, dejando heridas sin cicatrizar. Y ocasionales momentos de utopía a veces abruptamente cercenada. También conoció en aquellos lugares músicas y canciones.
UNA PASION EN LETRA Y MUSICA.
A lo largo de 30 años, Serrat y América se han marcado mutuamente. El cantautor que incluso llego a exiliarse en México durante casi un año (desde septiembre de 1975) hasta agosto de 1976), conoció allí épocas convulsas, momentos históricos y tiempos de infamia para quienes creían en el libre ejercicio de la libertad. Lo cierto es que Serrat y las dictaduras, incluida por supuesto la del franquismo, nunca se llevaron bien.
El lo cuenta así:”América ha resultado fundamental para mi por varias razones. Llego ahí a finales de 1969, en plena dictadura española. Y, por ejemplo, veo la Argentina del 69 al 74, con la caída de Onganía, las huelgas, el nacimiento de los movimientos revolucionarios, el regreso de Perón y el inicio de la Triple A, los desaparecidos, el asesinato de la mejor gente de aquel país. Y voy a Chile cuando la Unidad Popular llega al poder, la candidatura de Pablo Neruda y el golpe militar de Pinochet. Eso no solo me marca, sino que me educa “, Esos países son para Serrat canciones y emociones, lo que viene a ser lo mismo.
— Hay gente viajera que de sus periplos se trae cajas de cerillas, ceniceros, postales… Otros van más lejos y recolectan esas horribles bolas de cristal que, cuando les das la vuelta, nieva, apareciendo horribles representaciones de la torre Eiffel o el Vaticano… De América yo decidí traerme canciones que forman parte de mi intimidad y de una profunda memoria sentimental.
— El franquismo te colocaba en una situación difícil. Dependiendo de tu postura, claro, porque yo he conocido a muchos españoles que durante el franquismo vivían como Dios y que ahora manifiestan su enorme devoción por las instituciones democráticas. Uno ha visto pasar tantas cosas, que ya no le sorprende nada de las actitudes humanas. Si uno estaba enfrentado a la dictadura en España, contemplaba aquellos países de otra manera. Era muy atractivo seguir un proceso democrático como el que ocurrió en Chile. ¡Ver cómo un país votaba y había partidos políticos, mítines! Eran cosas que yo, recién llegado del franquismo, ignoraba. Cosas que seguían alimentando la esperanza de que algún día también ocurrieran en mi país. Poco podía imaginarme que, en Chile, la situación derivaría hacia el golpe militar de Pinochet, finalmente cazado por la historia y víctima de su propia infamia. Entonces, yo esperaba que las cosas en España cambiarán. No sólo como después lo han hecho, porque la realidad siempre se queda corta en función de tus sueños.
— Los indígenas eran gente propensa al mestizaje. Pero de saber lo que se les venía encima, tal vez no se hubieran sentido tan orgullosos del mestizaje. Como Cataluña y otros lugares, lo quieran o no algunos. Les guste o no les guste. A mí el mestizaje me parece muy saludable. Porque de alguna manera provoca que las especies mejoren constantemente. Las razas puras tienden todas a enfermedades hereditarias, a volverse débiles física y moralmente. Creo que Europa sabe que el camino hacia el mestizaje resulta inevitable. Pero en lugar de orientarlo con inteligencia, esta Europa cada vez más vieja es también cada día más cobarde, mezquina y miserable. Pero la propia naturaleza se encarga de arreglar por la vía rápida lo que el hombre no es capaz de solucionar con inteligencia.
— Mi padre cantaba tangos. Los cantaba con mucho corazón, con tanto corazón como dificultad. El afecto mío por el tango nace de mi padre, del mismo modo que el de la copla procede de mi madre, como también la zarzuela. Mi afición a la copla y la zarzuela son de vía materna; el tango y los Cors de Clavé vienen de vía paterna. A los dos debo agradecerles estas cosas. Mi padre se quedó limpiando cocinas de gas y revisando contadores; mi madre, cosiendo pijamas y haciendo camas. De no ser por ellos, difícilmente yo hubiera tenido por el tango, la copla, la zarzuela o la canción popular catalana la relación y el afecto que les profeso.
— Las putas son profesionales a las que cabe homenajear y devolver la ternura, consuelo, compañía y ayuda que han prestado a lo largo de la historia de la humanidad. Siguen haciéndolo. Hay, con perdón, otras putas que no están ejerciendo necesariamente la prostitución. Las primeras merecen mi más absoluto respeto; las otras, no.
— América forma parte de mí y yo formo parte de América. Hay dedicatorias a una serie de gente que me ha ayudado en mis largas estancias por aquellas tierras. Gente muy conocida de la música americana, pero también gente no famosa, más bien anónima. Yo creo que ningún trabajo en la vida es obra de nadie en particular. Nadie inventa nada. Todo lo que un hombre es capaz de hacer es porque otros le han enseñado a hacerlo, le han ayudado a hacerlo o lo están haciendo con él.
— Trato de aportar mi reconocimiento y homenaje a lo que realmente es América. Porque nosotros hablamos de Hispanoamérica, de Latinoamérica, Iberoamérica, pero nunca aludimos a una América que habla en quechua, en aimará, en guaraní, en maya… Una serie de idiomas que fueron depredados por una cultura que llegó después. El guaraní es una lengua viva en Paraguay y también en algunas zonas de Argentina.
— Me siento muy satisfecho de que la fortuna, el azar y los accidentes de la vida me llevaran por donde me han llevado. Hubiera preferido que algunos acontecimientos que me tocaron vivir derivaran de otra forma. Que Argentina no hubiera tenido que soportar la terrible dictadura de los años 70, eso que, irónicamente, los militares llamaban “el proceso”. Habría sido mucho más feliz si en Chile el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende hubiera podido emprender unos caminos de sueños que planteaba, sin que la traición y los intereses de ciertos grupos primaran sobre el interés común. Me sentiría más satisfecho si América dispusiera hoy de unos caminos de progreso, de libertad y de una estabilidad que lamentablemente no tiene. Pero me siento muy orgulloso del cariño que recibo por parte de aquellos países y también muy comprometido con tierras y gentes que no me son ajenas, sino todo lo contrario.