En la acera escribí tu nombre
Artículo de Fernando Iwasaki.
Publicado el 31-10-2004 en ABC Madrid
“Si las canciones de Serrat han llegado a conmovernos, sublevarnos y enamorarnos, ha sido gracias a la rotunda belleza de su magia y viceversa.”
Recuerdo que era 1971 y que entonces cursaba cuarto de primaria en los maristas de Miraflores, allá en la Lima de mis nueve años. El hermano José Manuel nos instaba a dedicar una hora semanal a la lectura y -mientras los niños consultábamos los libros que dejaba pródigo sobre su mesa- nuestro tutor ponía uno de sus discos. Un día no pude concentrarme en las aventuras de “Tuska el jabalí”, porque las canciones que resonaban por el aula me habían hechizado por completo. El hermano José Manuel me dijo que aquel cantante era español y que se llamaba Serrat. “¿Y si es español por qué no lo ponen en la radio?”, me acuerdo que pensé al regresar a mi pupitre.
Los discos de Serrat -en efecto- eran muy difíciles de encontrar en Lima durante la primera mitad de los 70, pues una dictadura peruana había prohibido su importación y probablemente una dictadura española había prohibido su exportación. Los niños de entonces no teníamos como saberlo, pero a partir de 1975 todo fue diferente. Y no por la muerte de Franco, sino por la Liga que ganó el Barcelona y que sirvió para que todo el Perú supiera que Joan Manuel Serrat también era hincha del ‘Cholo’ Soltil. Así fue como pude comprarme “Cantares”, mi primer disco de Serrat. El gran público español nunca podría imaginar todo lo que representa Serrat para nosotros, los latinoamericanos.
Las canciones de Serrat no nos remiten a persecuciones, ni a posguerras, ni a movidas, ni a reivindicaciones históricas. Más bien, si las canciones de Serrat han llegado a conmovernos, sublevarnos y enamorarnos, ha sido gracias a la rotunda belleza de su magia y viceversa. Qué paradoja, a pesar de todo lo que representa para la lengua catalana, a muchos latinoamericanos Serrat nos enseñó un vocabulario nuevo para amar y seducir en nuestro propio idioma. Palabras turbadoras y hermosas, «sencillas y tiernas» en realidad, que Serrat pronunciaba con una música distinta que nos arrasaba de ensoñaciones.
Nunca olvidaré cómo fue la primera gira de Serrat al Perú y cómo casi las mismas personas llenamos el Teatro Municipal de Lima en cada una de sus funciones. Y me consta que miles de argentinos, mexicanos, chilenos, venezolanos, uruguayos o colombianos, suscribirían cuanto he escrito hasta esta línea. Por eso intuyo que su salud, Serrat, nos concierne a millones de personas que por haber vivido tan lejos, no hemos tenido la suerte de verlo pasear por la calle y contemplar la felicidad que siempre le hemos deseado, porque Usted nos la ha regalado a pájaros.
Todo lo que me gustaría decirle, Serrat, lo encontrará en el poema « M asa»(léase abajo de este articulo) de Vallejo, con mejores palabras y versos verdaderos. Tan sólo añadiría que sin el hechizo de sus canciones jamás habría enamorado a la mujer que amo, que mis hijas han crecido en la felicidad entrañable de su música, y que mi Andrés –que tiene los mismos nueve años que yo tenía cuando escuché aquel disco del hermano José Manuel- piensa que Usted es como el árbol talado que retoña.”
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